Si observamos detenidamente lo que viene aconteciendo en nuestro país, parece fundamental mantener una permanente vigilia sobre cómo el gobierno puede llegar a erosionar los espacios de libertad personal ganados después de largos años de lucha. Con el pretexto de la pandemia que nos aqueja, se coartan dichos espacios a través de cientos de pequeños cambios, uno a la vez, casi imperceptibles para las grandes mayorías. Una reducción hoy (una cuarentena o toque de queda), otra mañana, de manera que la gente se acostumbre y no perciba que sus derechos y su libertad se están perdiendo, hasta que se atraviesa el umbral donde las libertades individuales ya no se pueden recuperar.
Son demasiados los chilenos y las chilenas que simplemente no perciben esta peligrosa realidad que estamos viviendo. Llegan nuevas variantes del covid-19 y lo primero que se escucha es una batería de fuertes restricciones a las libertades, que ya hemos perdido a raudales sin que nadie alce la voz, sin que nadie se preocupe por los peligros que esta situación encierra para nuestro sistema democrático. Obviamente, el coronavirus es peligroso y hay que combatirlo, eso no se discute. Pero el caso que estoy tratando de resaltar es tanto o más grave que la pandemia, pues va más allá de unas cuantas medidas sanitarias. La cruda verdad es que ninguna de las naciones más avanzadas del mundo, que integran la Ocde donde también está Chile, han tenido cuarentenas tan largas y toques de queda tan extensos. Ninguno de esos países está bajo una permanente vigilancia de la policía, cuando no de las fuerzas armadas. En ninguno han visto restringidas las libertades civiles, comerciales, de culto, asamblea, desplazamiento y tantas otras, como sucede en Chile. Nosotros, que nos preciamos vivir en un Estado libre y soberano, hemos aceptado todo aquello sin alzar la voz, "agachando la cabeza".
Creo que ha llegado el momento en que los intelectuales de renombre, las personas más lúcidas de Chile, se pregunten y analicen hacia dónde nos dirigimos, y qué tipo de "despeñadero" nos espera si continuamos por este sendero. No es una razón suficiente la lucha contra el coronavirus, no lo es si el resultado de esa ecuación es la pérdida constante de nuestras libertades. En estos momentos se me viene a la mente la figura del gran escritor ruso Aleksandr Solzhenitsyn y su Archipiélago Gulag, con la descripción de ese lugar tenebroso, de un campo de concentración donde ya se ha extraviado toda libertad, pero aún no la esperanza.
Alzo mi voz en protesta por lo que está sucediendo. Chile merece recuperar su forma libertaria de ser, a través de un Estado menos invasivo, menos represivo, y más amigable.