V ivimos en un país donde abundan las demandas de todo tipo, de los más variados géneros. La gente tiene sueños, aspiraciones que nacen a temprana edad y se alimentan y retroalimentan con lo que sucede en su entorno. Pero a medida que pasa el tiempo, los anhelos van chocando con la realidad y esas demandas que se le hacen a la vida, deben necesariamente acomodarse a los acontecimientos, a la materialidad que toca vivir de manera cotidiana. Si algo deberíamos haber aprendido en esta pandemia de los últimos dos años, es a pensar y actuar con prudencia.
Lo anterior es el verdadero arcano de nuestro paso por el mundo. Comprenderlo, aceptarlo y sacar el mejor provecho posible de las circunstancias que nos rodean, es indispensable si queremos tener una existencia razonablemente feliz. Cuando le exigimos a nuestra realidad más de lo que las circunstancias pueden ofrecer u otorgar, con toda probabilidad vamos a vivir en un permanente estado de insatisfacción. Estar conscientes de esta situación no implica ser conformista o fatalista; sólo significa que es necesario trabajar para intentar mejorar nuestro bienestar, pero bajo un manto de positivo objetivismo. Exigir más de lo que la realidad tangible nos puede ofrecer, nunca ha dado buenos frutos, y en el momento que vive Chile es de suma importancia comprender el significado de esta máxima. Estamos pidiéndole al país demasiadas cosas, algunas de ellas imposibles de realizar en el corto plazo; la gente está haciéndolo de forma excesiva, dejándose guiar por políticos populistas que sólo piensan en su propia conveniencia electoral. Enfrentados a los complicados tiempos que se avecinan, sería de suma conveniencia recordar que "un olmo no puede dar peras", no es parte de su naturaleza.
Las demandas sociales son justas y necesarias, muchas de ellas se van a implementar. El país está maduro y tiene una democracia plena, completa, según un informe publicado por "The Economist Intelligence Unit". Las personas se pueden expresar y manifestar libremente, y se les escucha. Pero ello no significa que siendo un Estado libre y democrático, podremos obtener automáticamente los recursos económicos requeridos para hacer todo lo que la gente pide, a veces con demasiada vehemencia. Mejorar sustancialmente las pensiones y salarios debe ser un objetivo inmediato, donde los esfuerzos del gobierno tienen que apuntar a metas superiores. Establecer un Estado de Bienestar Social también es factible, pero no de un día para otro. Algunos proponen avanzar hacia un sistema plurinacional, sin tener una idea clara de las enormes implicancias que esto conlleva: ¿Varias naciones, o varias etnias bajo un solo Estado? Otros quieren un regionalismo efectivo, con un tipo de gobierno semipresidencial o semiparlamentario, pero ojalá teniendo en cuenta el ejemplo negativo del parlamentarismo desenfrenado de 1891-1925, que tanta inestabilidad política trajo a Chile.
Hay decenas de demandas específicas, como en educación, derechos de agua, servicios básicos y más, cuyas exigencias a menudo chocan con la realidad del país, con lo que se puede entregar o aportar sin caer en un abismo financiero, como sucede en tantas otras naciones latinoamericanas. En suma, se requiere construir para progresar, evitando desbaratar la estabilidad que hemos logrado erigir tras décadas de gran esfuerzo.