La hora de las regiones
La Convención Constitucional asoma como una oportunidad única para equilibrar el desarrollo territorial del país. En la Convención habrá más constituyentes de todas las regiones juntas que de Santiago, razón de sobra para albergar expectativas.
Ahora que ya han sido electos los convencionales que tendrán la tarea de debatir y redactar la nueva Constitución de Chile, comienza paralelamente a emerger el pliego de requerimientos desde la ciudadanía para que sean integrados en la futura Carta Fundamental, y que según se ha visto, abarca desde las reglas generales del ordenamiento jurídico de la república hasta materias vinculadas con la sociedad civil, pasando por la consagración de distintos derechos, el respeto a las libertades y cuestiones ligadas a las actividades productivas del país. Dentro de toda esa amalgama de aspiraciones, algunas de las cuales son ciertamente objeto de discusión constitucional y otras que debiesen ser abordadas más bien desde la legislación, figura una muy relevante para las regiones: el viejo anhelo de una real descentralización que salde las deudas de 200 años de predominio santiaguino.
En este sentido, cada uno de los convencionales debiera comprender que se trata de una demanda general de las regiones y no de una sola. No es una lucha, por ejemplo, de los constituyentes elegidos sólo por los distritos 25 y 26 (la Región de Los Lagos), sino de cada uno de sus pares representantes desde Arica hasta Magallanes. Juntos, todos ellos tienen la posibilidad de convertirse en una fuerza significativa que haga ver en la Convención Constitucional que el país no resiste 30, 40 o 50 años más de centralismo y desprecio por las capacidades regionales, sino que es la oportunidad de diseñar un ordenamiento armónico que propicie el progreso de las regiones y descomprima, en paralelo, el desorbitante y desigual desarrollo que se observa en la Región Metropolitana y, fundamentalmente, en el Gran Santiago.
Esta será la gran posibilidad de las regiones. Es muy probable, como tantas veces ha pasado, que la inercia centralista intente infiltrarse por las rendijas de la Convención, bajo los argumentos de la responsabilidad, la tradición y, sin mencionarlo, la sospecha. Es una oportunidad para equilibrar más de 200 años y que en función de la equidad y la sustentabilidad, las regiones adquieran un mayor protagonismo.