La soledad de los adultos mayores
Tal como lo ha demostrado "El agente topo", hay mucho por avanzar en el país en el respeto y aprecio por la tercera edad. Testimonios recogidos por El Llanquihue demuestran que los adultos mayores demandan más espacios en la sociedad.
A lo largo de la historia de la humanidad, sin importar la cultura imperante, el arte y la filosofía han tenido un rol preponderante para que la sociedad reflexione sobre sí misma, su lugar en el planeta y su pasado y futuro. Independiente del continente, del avance de la técnica o de las ideas en boga, los artistas e intelectuales han logrado abrirse paso para que desde los intersticios del debate, interpelen a los individuos acerca de las preguntas fundamentales del ser humano.
En la sociedad occidental, este rol ha estado a cargo de la literatura, las artes plásticas, la música, el teatro y más recientemente de las artes audiovisuales, que a través del cine ha logrado erigirse dentro de los principales debido a su masividad y la vocación moderna en torno a la narrativa de las imágenes en movimiento. En este escenario, una película chilena, "El agente topo", candidata al Premio Oscar, ha desbordado el cauce de los documentales y a través de las plataformas streaming ha permeado a personas que luego de la hora y media de exhibición, quedan reflexionando sobre el lugar que hoy ocupan los adultos mayores en el país.
En un reportaje publicado por El Llanquihue el domingo pasado, se evidenció que las inquietudes planteadas en la película, son precisamente las de la tercera edad. La soledad, la necesidad de sentirse útiles para la sociedad, su relación con la tecnología y la amistad, surgen entre claroscuros para que las familias y la sociedad se pregunten en torno a la valoración que hay para quienes durante décadas fueron el motor del país.
Sin duda, la deuda con los adultos mayores es gigante todavía, tanto en lo institucional como en lo societario. Desde las instituciones, en cuanto a una pensión acorde a sus necesidades, acceso a una atención de salud digna y oportuna, posibilidades de sentirse útiles si así lo desean y ciudades que faciliten su movilidad. Y desde lo societario, el profundo respeto, y no compasión, que se merecen de parte de los jóvenes y adultos, todos los cuales, indefectiblemente, están caminando cada día, de forma sostenida, hacia una vejez que estará marcada por el trato que hoy se le da a los adultos mayores.