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Ingrid y recibe una pensión de viudez que bordea los $200.000. Dinero con el que tiene que pagar los gastos básicos, como luz, agua y leña. "Cubro todo lo que hay que pagar en una casa, por lo que en un rato se va la plata", relata.

Por lo mismo, espera terminar el proceso del Registro Social de Hogares para ver la factibilidad de conseguir alguna ayuda, ya que sólo en leña "compro de $10.000, lo que no me alcanza para nada. Más que yo soy friolenta".

Uno de los apoyos que recibe es de parte de la Unión Comunal de Adultos Mayores.

Al respecto, Fabiola Oyarzún sostiene que uno de los problemas de hoy es que hay personas, de este grupo etario, que no tienen este documento y por eso no reciben apoyo.

Mauricio Aroca, del Senama, reconoce que hay casos en los que se ha demorado la tramitación de este registro. Sin embargo, asegura que están realizando todas las gestiones pertinentes para que lo puedan tener en el más breve plazo.

Otro caso es el de Ruth Pérez (80), quien vive sola. "Yo tengo un sueldo -dice-. Mi pensión de viudez ($200.000), con la que me mantengo y trato que me alcance. Lo hago estirar porque por la pandemia dejé de realizar algunas de mis actividades, como hacer las manualidades que me permitían contar con un recurso extra".

Por eso, para ella este tiempo de covid-19 "ha sido terrible", ya que tiene que estar sentada haciendo labores en su casa y sin poder sociabilizar.

"Tengo hijos, pero están casados, tienen su vida y aunque me vienen a ver, yo hago todo sola. Y en estos momentos me estoy dializando y hago mis cosas para mantenerme bien", relata.

"Me las arreglo"

Rosa Barría (72) vive sola y desarrolla un trabajo en su casa para poder conseguir un ingreso extra a los $160.000 que cobra cada 30 días.

Ella es costurera y, además, tiene el apoyo de un hijo "que me ayuda mucho. Me siento bien estando en actividad y hago de todo sola. Es importante sentirse bien y hacer las cosas que a uno le gustan".

En la misma línea, Amelia Huaker (85) cuenta que antes trabajaba, pero que ahora está complicada de poder hacerlo porque tiene problemas a la rodilla.

Narra que pasa gran parte de su tiempo sola y que para poder contar con más dinero se dedica a elaborar mermeladas y a fabricar artesanías en papel, para luego venderlas en su casa. "Soy pensionada y tengo una pensión de viudez, que es del orden de los 200.000 pesos. Como no es tanto hago otras cosas para subsistir y mis hijos me ayudan un poco; pero ellos tienen a su familia y los fines de semana me vienen a ver", relata.

Lo importante para ella es poder mantenerse en actividad. "Lo paso bien y me entretengo con mis cosas. He recibido ayuda municipal y ahora salgo y vendo mis cosas", cuenta.

De hecho, dice que es ella misma quien sale a buscar la murra para elaborar las mermeladas. "La busco y la saco en las cercanías de mi casa, el que no sabe no saca nada, pero yo, a pesar del dolor de las rodillas, saco baldes llenos de murras".

Una vida compleja

No todos pueden salir a buscar un ingreso extra. Es el caso de

Nelly Pallahuala (82), a quien su vida se le ha puesto muy compleja durante el último tiempo. "Yo siempre fui una mujer trabajadora. Trabajé en los colegios, en la parte de alimentación. Era la cocinera de la escuela, pero después mi esposo falleció y tuve que salir a la lucha", detalla.

En su relato, cuenta que tras dejar sus labores en el colegio, comenzó a trabajar haciendo aseo en oficinas, "porque hay conocidos de años a los que les gusta como yo hago el aseo y cocino".

Sin embargo, durante el último tiempo su situación cambió. "Sufro de dolor de huesos, de manos, de tobillos. Pero lo más complicado es que mi hijo se enfermó y hace poco más de un mes estuvo hospitalizado".

"Yo sufro de asma y al corazón. Tengo insuficiencia cardíaca. Vivimos los dos solos. Mi hijo tiene 50 años. Era trabajador, pero se enfermó".

Sin embargo, "tengo a mi nieto, que tiene una casita al lado de la mía y él nos atiende. Pero yo necesito tener más ingresos, porque de pensión sacó $160.000 y hay que pagar luz, agua y esas cosas, además de comer. Me gusta trabajar, pero estoy enferma, estoy en tratamiento. Me canso un poco y siento acelerado el corazón".

Una situación similar expone Ana Soto (73), quien vive con su esposo, Domingo González, quien presenta algunos problemas de salud.

Al respecto, ella comenta que "vivimos los dos solitos y con la jubilación que recibimos. Yo siempre lo he cuidado, porque es diabético. Mis hijos nos visitan y yo hace casi un