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Isla Tenglo, tan lejos de Dios, tan cerca de Puerto Montt

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La frase original, "Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos", atribuida erróneamente al sempiterno Presidente mexicano Porfirio Díaz, expresaba que mientras el país del norte progresaba y crecía, al sur del río Bravo todo era pobreza y abandono.

Por estos lados, en cambio, es el canal de Tenglo, el mismo que ha sido retratado innumerables veces por nuestros pintores, el que marca la distancia del progreso con la postergación.

El canal de Tenglo es nuestro propio río Bravo.

Tenglo en mapudungun significa "estarse quieto o sosegado", que no tendría que significar nada sobre el carácter de sus habitantes que, en general, son personas laboriosas, solidarias y que quieren entrañablemente a su isla.

Trabajan sus huertos, cultivan flores, salen a la pesca, mariscan y mantienen sus tradiciones vivas. Y ahora los más jóvenes trabajan en astilleros o en empresas de cabotaje.

No obstante ser un territorio insular, la isla forma parte del radio urbano de la ciudad, pero no dispone de los servicios ni de la infraestructura que ello debiera traer.

La lista de las carencias es larga y también es incomprensible de entender su no implementación.

Es probable que los vecinos de Puerto Montt no sepan que en Tenglo, donde viven cerca de 1.500 personas, en general no se dispone de agua potable ni alcantarillado, menos de una posta de salud, ni tampoco de pequeñas plazas para el esparcimiento; o que cada cierto tiempo, en días que el viento norte arrecia, se corta la luz, por lo precario del tendido eléctrico.

Recién durante los últimos meses, el tema de la basura está siendo abordado medianamente, ya que hasta entonces, eran los propios vecinos quienes debían transportar sus residuos domiciliarios al continente.

Tampoco existen rondas de Carabineros, porque no disponen de los medios adecuados para cruzar hacia la isla o tal vez, por desinterés.

Incluso, en el sector sur, en Punta Piedra o sector Brahm, no existe una rampa (tantas veces prometida), con el consiguiente sacrifico para los boteros o vecinos que, cargados de sus enseres, deben sortear diariamente las resbaladizas piedras. Y son los niños, pero particularmente las personas mayores, quienes padecen de la falta de un simple embarcadero.

Entonces, el sentimiento de abandono y postergación es completamente legítimo.

Ha habido tantas promesas, tantos proyectos fallidos, que la desesperanza es enorme. Y es el Estado quien no está haciendo su trabajo.

Se argumenta que una de las grandes dificultades para la inversión pública es que más del 70 % de la isla está en poder de cinco grupos inmobiliarios que no invierten absolutamente nada en ella, no aportan a sus vecinos y más bien la tienen como inversión para eventuales y futuros negocios.

Es simple especulación inmobiliaria (¿lo han escuchado antes?).

Con la notable excepción, para ser justos, del también vecino y empresario Jorge Pacheco, quien vive en la isla y trabaja sinceramente por el desarrollo de su comunidad.

Lo que está ocurriendo con la escuela del sector La Capilla es un aire de esperanzas para los niños y niñas de la isla, sin duda alguna.

Pero en Tenglo existen muchas organizaciones que le dan sentido a su comunidad, que aún respiran y dan esperanzas.

Las juntas de vecinos, los clubes deportivos, la agrupación de hortaliceras, los sindicatos de pescadores, los profesionales del Servicio País, las comunidades cristianas y los apoderados de la escuela son los que durante décadas, con muchísimo esfuerzo, se organizan para mantener la mística y el espíritu de la comunidad.

Algunos se defenderán diciendo que sí se ejecutan acciones en beneficio de la comunidad, era que no, dirán otros.

Porque estas pequeñas intervenciones, loables sin duda, son sólo eso, pequeñas intervenciones, que no son parte de un diseño integral para el desarrollo armónico y sustentable para la isla.

Apenas pinceladas, como las de un incipiente acuarelista, y por eso la pregunta es entonces: ¿por qué ha fallado tanto el Estado? ¿Será tal vez, como una vez me señaló un concejal, que en realidad son pocos los votantes? O quizás será una especie de hipermetropia que por estar tan cerca la isla de Tenglo de la ciudad, se hace invisible a los ojos.

¿Por qué si todos dicen querer y admirar las bellezas de la isla, de sus gentes, de sus tradiciones, sólo se quedan en las palabras?

Y las palabras, con todo el viento que por estas tierras corre, ¡quién sabe a dónde van a parar!

No dejemos que se mantenga esta realidad, puesto que los tenglinos merecen también una mejor vida.