Pandemia, fiestas y responsabilidades
Cuesta entender cómo una feria devino en una fiesta en Alerce, así como la falta de fiscalización por parte de quien cursó la autorización. Las instituciones del Estado y sus caras visibles tienen responsabilidades mayores en una época que ha puesto en juego la salud pública.
Pasó lo que tantos temían. A las dos semanas de las fiestas de Navidad y de Año Nuevo comenzó a registrarse una preocupante escalada de contagios en el país y específicamente en varias ciudades de la Región de Los Lagos, tanto de los casos nuevos como de los activos, que son aquellas personas con capacidad de transmitir el virus del covid-19 en su entorno. Esto explica la alta demanda que se está viviendo en la red asistencial, con niveles que desde hace días se acercan a los que habían en pleno invierno, cuando el coronavirus parecía avanzar sin freno.
¿Qué contribuyó a esta inusitada alza? Un primer factor pareciera estar precisamente en las reuniones familiares que se produjeron en las fiestas de fin de año, que tanto se tenían que evitar, y un segundo en el evidente relajo en las medidas de autocuidado, verificable fácilmente en la flexibilidad observada en torno al uso de mascarillas y distanciamiento social en la calle, tal vez por el hastío que ha provocado la pandemia (sin dimensionar lo que está ocurriendo en las unidades de cuidados intensivos de los hospitales) y por la falsa sensación de seguridad que en algunos pudiese haber generado la llegada del primer embarque de vacunas al país.
Con este telón de fondo, es francamente inexplicable lo sucedido el viernes pasado en Alerce, donde una feria vecinal, autorizada por el municipio puertomontino, se transformó en una fiesta bailable, con espectáculo musical incluido y 300 personas bailando animadamente, varias de ellas sin cumplir los protocolos sanitarios. Aunque el municipio ha intentado deslindar sus responsabilidades en tal hecho, con peculiares declaraciones propias de otro contexto, lo cierto es que no puede desligarse del evento ni tampoco de las consecuencias que pudiera acarrear, en cuanto a salud pública.
Si el municipio le dio el visto bueno a una feria a la que se suponía iba a ir bastante gente, y en plena pandemia, lo mínimo era apreciar el contexto y, además, supervisar en terreno lo que iría a pasar, antes de que fuera demasiado tarde. Aceptando que la primera responsabilidad es de las personas, las instituciones del Estado y sus representantes tienen que dar el ejemplo, tanto en el fondo como en las formas, sobre todo en tiempos convulsos.