Después de poco más de nueve meses con una población nacional sumida en la abrumadora incertidumbre de la pandemia, no hay dudas de la luz de esperanza que ha traído el inicio del proceso de vacunación contra el covid-19 en el país, y que tuvo ayer a la Región de Los Lagos como protagonista de la segunda partida que se aplica al personal de salud que trabaja en las unidades de tratamiento intensivo de hospitales y clínicas. A nivel mundial es un logro mayúsculo que en tan poco tiempo se hayan desarrollado ya distintas vacunas que permitirán frenar el ritmo de contagios del coronavirus, mientras que en el plano nacional, se debe destacar la rápida llegada de las dosis al territorio nacional, marcando un precedente en América Latina que coloca a Chile en un sitial de prevención sanitaria.

Con todo, a este logro tiene que sumársele una adecuada cuota de prudencia y serenidad, por cuanto en absoluto las inoculaciones realizadas ayer en Puerto Montt, Osorno y Castro, en la Región de Los Lagos, representan el final de la lucha que se está dando contra una pandemia de una magnitud desconocida para varias generaciones. Si bien ha sido rápido el arribo de las dosis de las vacunas de Pfizer-BioNTech, en absoluto se ha garantizado un ritmo tal de inoculaciones que permita una aplicación masiva y en corto plazo a la población del país. Mientras no haya un porcentaje significativo de personas ya vacunado, la amenaza del covid-19 permanecerá vigente en cada rincón de las ciudades, así como el riesgo del colapso de la red asistencial del que hasta ahora, afortunadamente, se ha podido librar el sistema de salud integrado.

Es legítimo valorar el inicio del proceso de vacunación, pero también debe mantenerse la cautela frente a una enfermedad que en las últimas semanas ha vuelto a poner en jaque a los países europeos y, más cercano, que ha experimentado un alza significativa en una ciudad como Puerto Montt, que sigue inquieta por el fantasma de una nueva cuarentena si el panorama no cambia. La mascarilla, el alcohol gel y el distanciamiento social tienen que continuar en el imaginario colectivo.

En la reflexión sobre el año 2020 se ha dicho de todo. Dependiendo de las experiencias que hayamos vivido es la mirada que tendremos respecto de él. Están los que no tuvieron que sufrir directamente pérdidas con el virus, otros que vieron truncados sus emprendimientos laborales o sus trabajos y aquellos que perdieron a un familiar o alguien cercano sin poder despedirlo en forma adecuada.

Lo que sí compartimos todos es el vivir diariamente con la incertidumbre. Nos hemos ido dando cuenta que cuando creemos que por fin tenemos algo de control, aparece nueva información, nuevas medidas, nuevos ajustes que nos vuelven a dejar perplejos y desorientados sin poder hacer lo natural del ser humano que es planificar.

Empieza el verano y el período de vacaciones. Esto naturalmente nos lleva a pensar en salidas al aire libre, playa, reuniones familiares y con amigos, todas las cosas que en este año de pandemia se ven limitadas de hacer. Es ahí cuando surgen las dudas: ¿Qué voy a hacer con los niños en la casa todo el día? ¿Cómo se van a entretener? ¿Cómo consigo que mis hijos adolescentes puedan respetar ciertos horarios y hábitos para que el ambiente no se transforme en una batalla campal? ¿En qué se van a distraer?

En este caso es fundamental para nosotros, los adultos, tener expectativas realistas de lo que se podrá lograr y lo que no con los hijos, cualquiera sea su edad. Es importante poder discernir qué situaciones estamos dispuestos a transar debido al contexto de anormalidad pandémica y cuáles se mantendrán inamovibles. De lo contrario, esto irá acompañado de un esfuerzo mucho mayor de parte de los padres y probablemente un deterioro innecesario en las relaciones dentro de la familia.

En estas vacaciones modo covid, es primordial establecer o mantener las rutinas y horarios para alimentación, sueño y diversión de toda la familia, manteniendo los límites claros (especialmente con adolescentes) de salidas nocturnas o panoramas juveniles, partiendo esencialmente por el ejemplo de los adultos a cargo.

Debemos tener presente que los niños recuerdan no sólo las palabras que decimos, sino más bien nuestras acciones y decisiones, cualquiera que éstas sean.

Lorena Koppmann, sicóloga

clínica de Cenfa Puerto Montt

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