Cristo, cuyo natalicio se celebra en pocos días comprando cosas, representa la antítesis del consumismo. Él vino a este mundo para hablar sobra el amor a Dios, hacia las personas, y el respeto por toda forma de vida. Fue humilde entre los humildes, pero demostró una grandeza de espíritu que nadie logrará nunca igualar. Es por lo tanto, un enorme contrasentido que para celebrar la Natividad nos "volvamos locos" y salgan a flote todas nuestras actitudes materialistas, incluso entre aquellos que se quejan de pobreza durante el resto del año.
Pero si analizamos más profundamente esto fenómeno, veremos que se encuentra muy difundida la utilización de técnicas de psicología de masas como herramienta para el posicionamiento de pautas y patrones de comportamiento, como los que observamos ahora en nuestras calles, atestadas de gente corriendo por todas partes para adquirir, comprar, antes que se acaben los "permisos para salir", que las propias personas se encargan de arruinar. Dichos patrones se basan en la metodología del gradualismo como técnica para lograr crecientes niveles de aceptación. Algunos de ellos - los menos conflictivos -, son propuestos con mayor franqueza e introducidos con relativa facilidad en la sociedad por sus propulsores, cobrando la forma de las distintas modas intelectuales, sociales y económicas que se van dando.
Sin embargo, aquellas pautas que implican profundas modificaciones estructurales y el rompimiento con arraigadas tradiciones culturales o religiosas - las cuales generan un mayor grado de resistencia -, son propuestas tangencialmente, con mucho más sutileza. Ayuda a este tipo de acción el nuevo perfil psicológico del ser humano de la pos-modernidad, que aunque vive integrado al resto del planeta a través de una gigantesca red de comunicaciones electrónicas, a menudo se encuentra desarraigado, confundido, angustiado y solitario.
No es una coincidencia que este fenómeno se haya visto asistido y aumentado en el mundo actual por el ocaso de las religiones y de las iglesias en vastas regiones del planeta. Durante las últimas décadas ha existido una campaña persistente, destinada a debilitar los valores, estilo de vida y patrones de comportamiento de las mayorías en todo lo relativo a la forma en que las personas se han relacionado tradicionalmente con lo trascendente. De esta manera, el ansia por los asuntos espirituales, que desde milenios se materializa en una fe religiosa que abre las puertas hacia la evolución del alma, hoy en día se canaliza hacia banales telenovelas, juegos computacionales y una lista interminable de aplicaciones para los celulares.
El efecto logrado consiste en una suerte de inmunización entre las mayorías contra todo lo que simbolice lo religioso, hecho que reviste gran importancia en el proceso de cambio de paradigmas necesario para instalar el reinado de las cosas materiales. Y esa es en gran medida la interpretación prevalente sobre el significado de la Navidad.