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Dos santos religiosos en la Catedral

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En este significativo mes de diciembre, que tradicionalmente resplandece -a través del ambiente navideño- como un benéfico sol de primavera, por la profunda y alegre espiritualidad, buena voluntad y generosidad humanitaria, que por todas partes campea, he sentido el imperativo de abocarme a escribir sobre una temática poco conocida de ese histórico e invaluable patrimonio del alma y vida de Puerto Montt, que es su Catedral. Y cuyos protagonistas, en esta ocasión, son monseñor Ramón Munita, el primer obispo, cuyos restos yacen en la cripta del interior del templo, y el fraile capuchino Francisco Valdés, quien pintó con maestría la cruz gigante que se yergue detrás del gran altar del simbólico recinto.

Mientras el dignatario eclesiástico fue el que abrió los surcos de la evangelización en el sur de nuestro país, liderando y consolidando los albores de la cristiandad desde este fértil terruño, el monje -hoy camino a la santidad- dejaba su huella de talentoso artista plástico, honrando al Cristo del tabernáculo y a los fieles que lo visitan en ese gran bastión de la fe.

Ramón munita eyzaguirre

El 5 de noviembre de 2016, en una emotiva ceremonia, los restos mortales de monseñor Ramón Munita Eyzaguirre, el primer obispo de Puerto Montt (1939-1957), -por su expresa voluntad-, fueron sepultados en una de las criptas de la Catedral de esta ciudad, que él mismo hizo erigir intuyendo su destino final.

Su precursora misión pastoral en la zona fue fecunda. Fundó la diócesis, transformó el templo parroquial en iglesia Catedral, organizó la Curia y construyó el edificio del Arzobispado y la Capilla Episcopal, junto al Seminario Menor, según consta en el historial eclesiástico. También, impulsó la venida desde Europa de religiosos y religiosas, y ordenó a diez sacerdotes, entre ellos el recordado vicario, ya fallecido, Leandro Serna Serna.

Munita fue un obispo muy apreciado y popular. La infaltable sonrisa que iluminaba su rostro, la ternura de su afecto y la cálida delicadeza de su trato, lo hacían muy cercano y querible para la gente. Y esa enorme bondad que irradiaba atraía a todo el mundo. Un buen corazón que lo movía también a apoyar campañas humanitarias hacia los más desvalidos, donde "chauchita tras chauchita", como decía, se hacía mucho bien. Siempre estaba rodeado de personas, que admiraban su sencillez y espiritualidad, cada vez que caminaba por las calles; donde no faltaban los niños que, felices, revoloteaban junto a él.

En su libro "Origen de la Diócesis de Puerto Montt" (1989), se presenta humildemente como "curita de arrabal que llega a obispo y fundador", y repasa su trayectoria desde su parroquia inicial Santo Tomás de Aquino en Santiago, su nombramiento de obispo de Ancud a los 33 años y de Puerto Montt durante 17 años.

Francisco valdés subercaseaux

Vincula a Puerto Montt y su Catedral, a fray Francisco Valdés Subercaseaux -monje capuchino de santas virtudes y talentoso pintor-, su obra de la gran cruz en el interior del templo, que le encargó el obispo Eladio Vicuña en el decenio de los 70. La espléndida imagen representa a Jesús Crucificado, con la Virgen María a su lado, acompañados de las manos del Padre Dios y el Espíritu Santo, la estrella matutina, la cruz del sur, la cúpula de la Catedral, el golfo de Reloncaví, la ciudad puerto y los volcanes.

El referido fraile nacido en Santiago fue el primer misionero capuchino chileno. Tras ordenarse sacerdote en Venecia el 17 de marzo de 1934, en 1935 inició sus misiones en el Vicariato Apostólico de la Araucanía, consigna su trayectoria apostólica. Siendo párroco en Pucón (1943-1956), ejerció un apostolado muy unido a los más necesitados en la zona rural y destacó su cercanía con el pueblo mapuche. Impulsó importantes obras relacionadas con la salud de la gente y el despertar de vocaciones religiosas, nuevas grutas y capillas, instalación de imágenes de Cristo crucificado, entre otros. La gente admiraba su austeridad y amor a los más humildes.

Dotado del don del dibujo y la pintura, los muchos trabajos del religioso, -entre ellos el de la Catedral de Puerto Montt-, son el testimonio de sus capacidades artísticas y de su profunda devoción a Cristo Crucificado, tema de sus admiradas inspiraciones. Así como también, le permitieron providencialmente financiar sus innumerables obras de bien.

En 1955, al crearse la Diócesis de Osorno, fray Francisco fue nombrado su obispo. Misión a la que se entregó con grande amor, obediencia y fe. En 1977, inauguró la nueva Catedral de San Mateo de Osorno, destruida por el terremoto de 1960.

Luego de 25 años de episcopado, la salud de monseñor Valdés se deterioró y pasó sus últimos días con sus queridos hermanos capuchinos en la Araucanía, donde había iniciado su generosa misión, que incluyó una fervorosa gestión de paz chileno-argentina.

Hoy, sus restos yacen en la cripta de la Catedral de Osorno. Lugar al que concurren muchos fieles a orar y pedir favores por su intercesión. Sobre todo, después de conocerse que en 1998 comenzó el proceso de beatificación de fray Francisco Valdés Subercaseaux, quien fue declarado Venerable Siervo de Dios por el Papa Francisco, el 7 de noviembre de 2014. Siguió así su marcha el proceso que lo llevará finalmente a la santidad de los altares.

Símbolo y patrimonio espiritual

La Catedral de Puerto Montt -donde refulge la presencia de los dos santos religiosos aquí connotados- es el más importante símbolo de la historia de la espiritualidad cristiana y cultural por estos confines, desde la fundación de Melipulli en 1853. Apenas tres años después, cuando se trazó el poblado por Vicente Pérez Rosales (1856), se colocó la primera piedra del templo frente a la Plaza. Y se construyó en 1870 en madera de alerce, con 12 columnas de estilo dórico en su interior, que recuerdan a los doce apóstoles de Jesús. Y en su frontis, se alzaron 4 columnas semejantes a las del Partenón.

En 1892, el templo fue bendecido como parroquia y al crearse la Diócesis de Puerto Montt en 1939, por el Papa Pío XII, fue elevado a la dignidad de Catedral. Posteriormente, ante el daño del paso del tiempo, fue restaurada en 1941, 1960, 1975, 2002 y 2005, debiendo serlo también desde ahora en 2020, luego del atentado vandálico en octubre de 2019.