Centralismo y control sanitario
La renuncia de la seremi de Salud obliga al menos a encender una luz de alerta acerca de las decisiones que se están tomando respecto de la lucha contra el covid-19. Admitiendo que una emergencia sanitaria exige decisiones que consideren el cuadro nacional, es menester escuchar a los territorios.
El hecho de que una seremi presente su renuncia al cargo no debería constituir ninguna gravedad ni arrojar repercusiones en un sistema democrático sano, incluso si se da en un contexto de emergencia, como es el que está viviendo el país por culpa de la pandemia. Dejar de formar parte de un equipo de gobierno está dentro de las decisiones que se toman en el fuero íntimo de las personas y, claro está, han de ser respetadas tanto por los sectores oficialistas como por los opositores. Pero que esa renuncia vaya acompañada de un mensaje claro en contra del centralismo, justo en medio de la tensión por medidas que se toman para un territorio en particular desde el nivel central, sí que exige la mayor reflexión, como es lo que ocurrió con el anuncio que hizo Scarlett Molt, quien el lunes pasado hizo público su alejamiento del cargo de seremi de Salud el próximo 30 de noviembre.
Desde que el covid-19 irrumpió en el país, con la adopción de estrictas medidas sanitarias y la declaración de Estado de Excepción Constitucional, las medidas han sido lideradas por el equipo ministerial de Salud, muchas veces a contrapelo de las opiniones, a veces fundadas y otras no, de los alcaldes. Asumiendo que el control de una pandemia demanda un manejo centralizado de las decisiones para que cada una de ellas vaya en sintonía con el escenario nacional (aunque ello no esté exento de errores), la experiencia no sólo de estos meses, sino que la de tantos años de ejercicio del centralismo en el país, demuestra que los territorios que están más allá de Santiago tienen mucho que aportar e incidir para que las resoluciones garanticen tanto el efecto que se persigue, como también para que tengan la legitimidad necesaria en la ciudadanía, a fin de que ésta comprenda y asimile el rigor de la restricción de sus libertades, que es lo que hay detrás de cada cuarentena.
Sin dejar de advertir el peligro sanitario que aún se cierne sobre Puerto Montt, y que ha justificado uno de los confinamientos más extensos del país, la advertencia que ha hecho la seremi sobre el manejo centralista de las decisiones debiera, como mínimo, ameritar una revisión de los procesos de decisión y de comunicación que hay en el Ministerio de Salud.