La diabetes es una enfermedad cruel que afecta a más de 1,5 millones de chilenos; es decir, un 12,3% de la población, lo que convierte a Chile en uno de los países con mayor prevalencia de esta enfermedad en América del Sur.

Este sábado, precisamente, se conmemoró el Día Mundial de la Diabetes, enfermedad que padecen más de 300 millones de personas en el mundo y que con el tiempo puede causar daños en la vista y ocasionar baja visión o, incluso, ceguera. Si a esto se suma la actual pandemia, sin dudas que quienes padecen una de las patologías más frecuentes en el país deben tomar mayores resguardos para combatir el virus.

Por ello, es oportuno reflexionar sobre los efectos de esta enfermedad, poniendo énfasis en el autocuidado y la prevención. "El paciente con diabetes es un individuo que siempre ha vivido con más riesgo de enfermarse de distintas cosas, por lo que con la llegada del covid-19, se convirtieron inmediatamente en uno de los grupos más vulnerables, considerando además que se trata de una enfermedad crónica y silenciosa", asegura el diabetólogo de la Clínica de RedSalud Vitacura, Carlos Grekin. Para el especialista, es clave que quienes padecen de diabetes sumen medidas de seguridad adicionales a las habituales para el resto de la población.

De acuerdo a Daniela Osorio, coordinadora del Programa de Atención Temprana y Rehabilitación de Fundación Luz, "la diabetes es la tercera causa de ceguera por la que los adultos se acercan a la fundación para recibir rehabilitación funcional. Los usuarios que más consultan son por una discapacidad visual asociada al glaucoma".

Un tema importante es retomar los controles, considerando que durante el peak de la pandemia, muchos pacientes no han podido asistir al médico producto de las cuarentenas o simplemente suspendieron las consultas por temor a contagiarse.

Se debe insistir que las personas con diabetes están en un grupo de riesgo frente al coronavirus, por lo tanto, es indispensable que se promueva el autocuidado para evitar mayores complicaciones en esta enfermedad silenciosa y, como se advierte, afecta a miles de chilenos.

La semana pasada, Puerto Montt, nuestra capital regional, cumplió más de 100 días de cuarentena, incluyendo un toque de queda que comienza a las 20 horas. Y no obstante eso, el número de contagiados no amaina, generando desesperanza e incertidumbre.

Son tiempos duros. Son tiempos difíciles, qué duda cabe. Y en estas circunstancias, ¿qué espera la sociedad -que somos cada uno de nosotros- de sus dirigentes y autoridades? Esperamos lo mínimo, pero también lo mejor de ese mínimo. Que den certezas. Que haya coordinación entre ellos. Que haya cooperación. En definitiva, que exista conducción política y así nos puedan dar una leve esperanza que las cosas mejorarán. Porque no duden que confiaremos y acataremos una vez más las decisiones que ellos tomen.

Pero, de qué hemos sido testigos esta semana. De un ministro que se reúne vía Zoom con dirigentes del comercio, invitados por un diputado de la zona (situación no achacable a los comerciantes, por cierto), sin preocuparse siquiera de invitar también al intendente regional, a la seremi respectiva, a la gobernadora de la provincia, ni siquiera al mismísimo alcalde de la ciudad.

También hemos sido testigos de la venida de dos subsecretarias que han señalado que en días posteriores informarán de nuevas medidas. Asimismo, hemos sido testigos que el alcalde de la capital regional anuncia que se declara en rebeldía, obvio, viendo todo este desorden y tratando tal vez de encauzar la desesperación de sus vecinos, y anuncia categórico, además, que abrirá las puertas del comercio, sabiendo que no tiene las facultades para ello.

Todo lo antes descrito sólo causa desazón y desorden. Es verdad que nadie estaba preparado para una crisis de esta magnitud, ni acá ni en el resto de los países del planeta. Pero nuestras autoridades deben asumir ya que de este desafío mayúsculo se sale de una sola manera: trabajando en conjunto, dialogando entre ellos diariamente, informando con claridad.

La gente la está pasando muy mal. Ya son muchos los días y meses de dolor y sacrificios que hemos tenido que sobrellevar. Entonces, que nadie esté pensando en sacar pequeñas ventajas políticas, breves cuñas televisivas o radiales o incontables likes, porque este virus no reconoce militancias, ideologías ni creencias.

Mi pregunta es, por tanto, ¿podrá la ciudadanía seguir confiando en sus anuncios, si no son capaces siquiera de coordinarse de buena forma? Se dice que en tiempos de crisis es cuando afloran los verdaderos liderazgos. Ojalá que los nuestros, por lo menos, den lo máximo de lo mínimo. Eso ya sería una señal de esperanza.

Hardy Knittel, bachiller en Historia

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