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LAS RELIQUIAS

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38 trozos de carne y cuero de animal.

11 especímenes de papa silvestre.

9 especies de algas, 7 de ellas comestibles.

23 especies de plantas no locales.

Más de 205 partes de plantas pertenecientes a 55 taxones locales.

380 elementos arquitectónicos y herramientas hechos de madera, la mayor parte relacionada con la estructura de viviendas domésticas.

Más de 650 líticos culturales.

Decenas de huesos de mastodonte y otros animales.

Varios fogones, braseros y hoyos en distintas áreas.

Fragmentos de cordeles y de pedazos de piola hechos de juncos.

Puerto Montt, cuna de la civilización americana

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La serena y edénica be lleza escenaria volcánica e insular de la cuenca del Reloncaví, resaltaba en el cercano horizonte marítimo. Mientras un arcoiris resplandecía gracias a un tímido sol, que se abrió paso entre las nubes sombrías y había ahuyentado a la lluvia, entibiando el mediodía en la semiboscosa planicie de Monte Verde, que presentaba algunos claros con escasa vegetación, donde un grupo de familias prehistóricas preparaba alimentos en fogatas junto a sus rucas revestidas de cueros. Y traviesos niños correteaban alegremente, en tanto los hombres andaban de cacería y de pesca en las inmediaciones.

No era difícil imaginárselo entre los arqueólogos que hace 43 años habían abrazado la increíble cruzada de desentrañar los misterios de aquel terruño asido al pequeño río Chinchihuapi en la zona rural de Puerto Montt, donde un molar de mastodonte o gonfoterio y otros vestigios del pleistoceno tardío, revelaban que hace más de 14.500 años en ese lugar había comenzado la señera proeza de habitar América.

Que fueron puertomontinos (por haber permanecido un período aquí) los primeros grupos humanos del continente americano, es un magno suceso de tal repercusión global e importancia científica, que en Puerto Montt todavía parece no digerirse plenamente ni menos valorar.

De otra forma, no se puede explicar ni justificar, que pasados 43 años del revolucionario gran suceso arqueológico, concretado por el experto estadounidense Tom Dillehay y colaboradores - realizado en 1977 en la localidad cercana de Monte Verde, a 30 kilómetros de esta capital regional-, los cientos de reliquias allí descubiertas aún no dispongan aquí del Museo adecuado para preservarlas como prueba de esos primeros asentamientos de la civilización en América.

Inquietudes

Aunque parezca majadero, todo lo que -concretamente- se haga por justipreciar ese inmenso tesoro arqueológico puertomontino que es Monte Verde, -cuyas reliquias prueban que los orígenes del poblamiento en América se encuentra aquí en la comuna de Puerto Montt-, merece especial reconocimiento y el más decidido respaldo de todos. Como, por ejemplo, lo son las gestiones del municipio local ante la Unesco, para que ese sinigual descubrimiento de talla internacional sea declarado Patrimonio de la Humanidad.

Sin embargo, cuesta entender y aceptar que hayan transcurrido 4 décadas sin que se haya logrado validar ese rango mundial, como tampoco hacer realidad el museo de conservación de tan inapreciables piezas prehistóricas descubiertas, ni la recreación (museo de sitio) de esos primigenios asentamientos. Sólo planes y promesas. Nada tangible. Y a pesar de la frustración y disconformidad, frente a tamaña desidia, de su prominente artífice y descubridor Tom Dillehay, hoy chileno-estadounidense.

Corresponde considerar que la Fundación Monteverde, creada oficialmente en 2003 por Tom Dillehey, Mario Pino y Eduardo Alvar, entre otras actividades, elaboró un dossier que permitió la inclusión de Monte Verde en el listado tentativo de bienes para ser declarado Patrimonio de la Humanidad del Consejo de Monumentos Nacionales. Pero, de ese listado el proyecto no pasó. Y ni lo recordaríamos, sino fuera por el señalado esfuerzo municipal de validar esa jerarquía mundial arqueológica a través de esa singular membresía.

Se habla también de los escollos, punto menos que insalvables, surgidos en la tarea de obtención del dominio de los terrenos donde se encuentra el sitio del descubrimiento, cuyo propietario -que es puertomontino- debería comprender que en determinadas circunstancias los sacrificios no sólo se justifican y enaltecen. Más aún si se hace por el bien cultural y turístico -a los ojos del mundo- de Puerto Montt, el terruño que se dice tanto querer.

Derribada teoría clovis

En varias oportunidades, Tom Dillehay ha enfatizado -subrayando la relevancia del gran descubrimiento arqueológico en Puerto Montt- que ese acontecimiento dejó en evidencia que los pobladores más antiguos de este continente no estuvieron en el norte, sino en el sur del mundo, tras cruzar desde Siberia por la costa continental americana. Los 18.500 años de antigüedad de las reliquias halladas en Monte Verde, que corresponden a una cultura semisedentaria, confirmaban el desplome de la teoría del pueblo Clovis como el de más años (11.200) y arribo desde Asia al norte de América (Nuevo México, Estados Unidos).

"Es un sitio muy bien conservado, tapado por turba, donde no sólo se encuentran herramientas de piedra y huesos, sino también muchos restos orgánicos como cuero y carne", ha revelado Dillehay, al destacar que Monte Verde posiciona a Chile en lo más alto de la historia del poblamiento americano.

Molar prehistórico

La familia Barría, residente del lugar, fue la que originó el impresionante descubrimiento arqueológico, al encontrar casualmente un molar de un animal prehistórico, probablemente un mastodonte o un gonfoterio. Trabajadores que instalaban una cerca fueron quienes hicieron el hallazgo. Del suceso se enteró a un estudiante de la Universidad Austral de Chile y éste lo informó a la UACh en Valdivia, donde se hizo cargo del tema el investigador científico estadounidense Tom Dillehay, que era director de la Escuela de Antropología en ese plantel en 1976.

Desde 1977 hasta 1989, iniciaron una excavación sistemática en el área, él y un equipo científico integrado por el geólogo local Mario Pino, Carlos Ramírez, Juan Eduardo Díaz-Vaz (UACh) y los investigadores Patricio Sanzana, Gastón Muñoz y José Saavedra. Permanecieron en total alrededor de un año y dos meses en el sector, cobijados en carpas, por temporadas bimensuales anualmente.

Hubo nuevas investigaciones en Monte Verde en 1997 y en 2013, incluyendo un sofisticado georradar, que develaron una data todavía mayor en el hallazgo. Al menos cuatro años más (18.500 años) y la posibilidad de extenderse a unos 30 mil años en futuras investigaciones.

Estas piezas arqueológicas -por falta de un museo en Puerto Montt- han estado resguardadas desde 2007 en el Museo Histórico y Antropológico Maurice van de Maele de la Universidad Austral de Chile en Valdivia, bajo la autorización del Consejo de Monumentos Nacionales.

El proyecto hoy en marcha de la UACh en Puerto Montt, "Centro de Interpretación y Laboratorio de Conservación y Documentación de Colecciones de la Patagonia", permite la recuperación de las reliquias y su permanencia en la sede porteña de esa casa universitaria, mientras se avanza en la soñada obra del Museo de Monte Verde, de lo cual informó en un reportaje especial El Llanquihue el 24 de noviembre de 2019.

Homenaje y nacionalidad

El insigne artífice de Monte Verde, Tom Dillehay, ha sido objeto de un justo reconocimiento académico y nacional, en estos años, que han paliado en parte su disconformidad por la carencia del museo y de valoración y promoción cultural y turística del sorprendente hallazgo.

Mientras la Universidad de San Sebastián, en marzo de 2016, le confería la distinción "Doctor Scientiae et Honoris Causa", el 21 de junio de 2017, el Parlamento de nuestro país le concedía la nacionalidad chilena, por gracia, al científico estadounidense. Todo ello en aras de lo mucho que significa para Chile, ante el mundo, la nueva cultura monteverdiana.

Superando escollos

Luchar contra la indolencia para erigir el museo, la falta de convicción y compromiso con la trascendencia internacional del hallazgo y significado cultural y turístico para Puerto Montt, la región y el país, no han sido los únicos escollos en la hazaña de Monte Verde.

También, lo fueron las reacciones contrarias surgidas en el ámbito de la arqueología global, de parte de los expertos que sostenían la teoría de la mayor antigüedad americana en el norte de Estados Unidos y que se resistían al duro golpe que fue para ellos el surgimiento prehistórico de Puerto Montt. A lo que se ha añadido la frágil determinación para sanear el dominio del sitio milenario y también el riesgo que para éste y su preservación ha implicado la contaminación y daños causados en el área por entes privados.

Otra dificultad que superar es la tendencia a querer que el gran Museo se levante en la ciudad, en circunstancias que el anhelo de Dillehay y de muchos entendidos es que se habilite en la misma zona del hallazgo, que amerita un desarrollo integral y genuino, siguiendo la experiencia internacional imperante en el rubro y el respaldo que significa para el acceso público la moderna carretera y las perspectivas de un acondicionamiento general cada vez mejor.

A a los símbolos de Puerto Montt (Tenglo, Angelmó, Melipulli, Cuenca del Reloncaví) ahora se ha unido Monte Verde, Cuna de la Civilización Americana. Otro blasón heráldico, que recuerda un prehistórico pretérito. Único y especial en el continente. Optimista presagio de grandeza futura.