El liderazgo necesario
Más allá de las modas, costumbres, opiniones públicas, voluntades electorales y manifestaciones populares, las corrientes creadoras que mueven al mundo siempre surgen de un grupo pequeño de individuos que piensan, inventan y crean, y cuyas ideas, creaciones e invenciones luego son adoptadas y seguidas por los demás. Las minorías lideran y las mayorías siguen, y esto es esencialmente positivo. La historia de la humanidad nos viene demostrando que muy pocos individuos pueden ser genios creadores al estilo de Mozart o Beethoven -tomándolos como claros ejemplos de liderazgo-, ya que mentes excepcionales como éstas nacen una cada muchos millones de personas. Sin embargo, el conjunto de directores, músicos, cantantes, técnicos y asistentes que luego ejecutan la partitura, haciendo realidad una magistral rendición del Réquiem de Mozart o la Novena Sinfonía de Beethoven, abarca a cientos de personas, cada una aportando su talento y su esfuerzo hacia la consecución de una meta en común. Ésta, a su vez, sirve de inspiración para miles, cuando no millones de espectadores pasivos que se deleitan con la obra de un genio creador.
El mundo funciona así. Unos pocos líderes que producen obras, ideas e invenciones, que luego se materializan a través del trabajo de un grupo mayor de talentosos y capacitados ejecutores, cuya tarea conjunta trae grandes beneficios a una parte importante de la humanidad. En la filosofía, en las ciencias, en el arte, en la política y la economía, este proceso repite constantemente su piramidal devenir. Y ésta no es una realidad mala, pues gracias a esas minorías creadoras (principalmente) y ejecutoras, hoy podemos disfrutar de la computación, del Internet, de la ciencia, de la exploración del cosmos, de los antibióticos, o del maravilloso legado musical de Ludwig van Beethoven.
Un proyecto trascendente y abarcador en el tiempo no suele surgir de una multitudinaria conferencia, o de miles de personas marchando en la calle, sino que nace en la mente de unos pocos inspirados genios que más allá de la lógica del momento, intuyen y vislumbran el camino que la sociedad ha de seguir para plasmar el futuro colectivo. Es más, a pesar de una cierta glorificación que existe sobre el mundo empresarial y de los negocios, tampoco es éste el ámbito donde se encuentra la clave para un tipo de liderazgo extraordinario y todo abarcador. Las mayorías, a su vez, no tienen otra opción que acompañar las corrientes históricas que las movilizan. Dejadas a su libre albedrío, esas mayorías sucumbirían por falta, precisamente, de un proyecto político y social coherente. Sin el necesario liderazgo, "la calle" deriva en un caos destructivo y ciego, carente de sentido. Por lo tanto, para que Chile se inserte en el naciente nuevo orden constitucional, de la manera más sólida y beneficiosa posible, será menester buscar e incentivar los liderazgos que nos guíen en el desafiante escenario político que se visualiza para los próximos años.