Debate sobre la nueva Constitución
La clase política debe estar a la altura y propiciar que los mejores lleguen a la Convención Constituyente. Racionalidad y respeto, aquellos términos debieran dominar la discusión que se realice en torno a los lineamientos de la Carta Magna.
El 11 de abril del próximo año se realizará la elección de los 155 miembros de la Convención Constitucional, separados por distrito, y el proyecto de Constitución que elaboren deberá ratificarlo el electorado en un plebiscito constitucional de salida, programado para el primer semestre de 2022. El plebiscito del pasado domingo se desarrolló en condiciones especiales, por la emergencia sanitaria, así como un ambiente de gran división entre los chilenos, con una clase política que no ha estado a la altura para abordar con seriedad los problemas de la gente.
Desde hace un tiempo abundan en el debate público eslóganes y fórmulas que muestran poca reflexión respecto de lo que es correcto y dónde está el bien común. La carencia de propuestas y ausencia de evaluaciones le han pasado la cuenta a las autoridades y a los líderes políticos, que se han visto superados por las manifestaciones de descontento ocurridas desde el año pasado.
Hace unos días, el director del hemisferio occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI), Alejandro Werner, ha señalado que el plebiscito constitucional ayudará a reducir la incertidumbre y que el proceso abre la puerta a que Chile siga siendo el líder en materia de crecimiento económico en Latinoamérica. El organismo cree que el país podrá tener un crecimiento inclusivo y más social, aunque le preocupa que se agreguen demasiadas demandas.
La ciudadanía se ha pronunciado con respecto a esta consulta nacional y ahora debería esperarse que sean los mejores los que lleguen a elaborar esa Constitución. El debate debe tener racionalidad y respeto. Además, está el desafío del encuentro, ayudar a construir entre todos el país y a salir de las consecuencias que ha dejado la pandemia, especialmente por el cierre de empresas y la pérdida de empleos, que han dejado en situación precaria a las familias.
El futuro de las nuevas generaciones dependerá de cuán robusta sea nuestra sociedad para enfrentar los cambios, las emergencias y los desafíos que el país ha debido asumir en el último tiempo.