En los últimos años, la gente se ha dado cuenta que las demandas ciudadanas no se canalizan necesariamente a través de los partidos políticos, pues a menudo la solución a los problemas llega por la vía de presiones directas sobre las autoridades, con manifestaciones callejeras en las que se suman estudiantes y gente joven, mujeres organizadas por reivindicaciones de género, adultos de todas las edades que enfrentan dificultades, y personas con convicciones políticas pero que no militan en las organizaciones tradicionales.
Las autoridades de turno, al aceptar y ceder a esas demandas, le han quitado "piso" al viejo sistema político, y también a los partidos que lo representan. Sin embargo, me parece que la gran mayoría de los ciudadanos no ve en la Constitución Política del 80 la causa directa de sus males y preocupaciones. Seguramente, una mayoría votará por iniciar el lento proceso de reforma constitucional, pero la Nueva Constitución no va a solucionar por sí sola los problemas más acuciantes. Servirá, empero, para juntarnos a pensar y trabajar de manera mancomunada en las bases que le darán impulso al Chile del mañana, de los próximos años, partiendo por el 2021.
Pues bien, tener fe en que seremos capaces de hacer una nueva cosa, una realidad que sea mejor que lo que existe actualmente, no es un logro menor (todo lo contrario). Las chilenas y chilenos necesitamos recuperar esa fe y esa esperanza, y a partir de la próxima semana - con las consabidas dificultades que el proceso conlleva -, vamos a comenzar a recorrer el camino de la Recuperación.
Existe una cierta convicción que en la élite política e intelectual del país, no hay gente competente y dedicada a solucionar los verdaderos problemas del país, sobre todo de las personas con mayor fragilidad social. Pero difiero de esta opinión, pues si bien las dificultades que enfrenta Chile son variadas y complicadas, gracias a la capacidad de algunos destacados pensadores hemos logrado evitar la estagnación económica que campea en América Latina, o la increíble pobreza actual de Venezuela, que solía ser el país más rico de Sudamérica. Tenemos en Chile una buena base sobre la cual hay que construir, mejorando todo aquello que requiera ser modernizado y perfeccionado. Hay modificaciones importantes que realizar al sistema económico y social chileno, buscando diluir la gran concentración de riqueza existente y corregir la baja inversión en nuevos sectores productivos, entre otros problemas. Existen maneras democráticas de realizar estas y otras reformas, y de seguro las vamos a discutir e implementar durante los próximos meses.
Chile tiene la gran oportunidad de mantener su liderazgo en América, incorporando un modelo transformador que reemplace al neoliberalismo y que asegure un crecimiento sostenido de la economía, una disminución de las desigualdades económicas, una democracia representativa amplia y sin quiebres, y una sociedad respetuosa de las personas diferentes, o con limitaciones físicas. En suma, un Estado de Bienestar moderno.