Inmunidad subjetiva y pandemia
el cumplir las normas y que se cumplan las instrucciones es el escenario ideal.
La sensación de que la cuarentena a la "chilena "no constituyen un modelo a replicar toma sentido cada día al ver las calles de nuestras ciudades atiborradas de personas. Se hace difícil distinguir cuanto estamos o no estamos bajo tal condición. Nuestra ciudad no ha sido la excepción con lo que hemos observado en el país en los últimos meses.
De igual forma, las explicaciones laberínticas de las autoridades sobre el proceder en cuarentena simplemente no ayudan. Si se tratase de asuntos triviales no tendrían tanta resonancia, pero cada improvisación cuesta muchas vidas humanas.
La pandemia ha desnudado la precariedad de las capacidades públicas para lograr brindar una respuesta efectiva de protección social a las personas, las que han tenido que recurrir a sus propios ahorros previsionales para poder mitigar el colapso económico y social que vive el país. En un país con alto un nivel de desigualdad la opción de confinarse se ha vuelto un privilegio. Por ello las medidas impuestas en tal sentido siguen teniendo un bajo impacto. La autoridad , por su parte, en su largo y contradictorio aprendizaje para lograr el manejo de la pandemia ha tratado de responsabilizar a la ciudadanía y a sus comportamientos no responsables por las abrumadoras estadísticas de contagio y mortalidad.
Debo reconocer que hay algo de verdad en esa afirmación. Descontemos del análisis a ese enorme segmento de la población que no tiene más opción que salir cada día a buscar su sustento, o aquel trabajador que se ha visto obligado a trabajar porque su empresa ha sido considerada "esencial". Lo que resulta curioso, porque nunca se estableció claramente un listado preciso sobre el particular, como sí ocurrió en algunos países que han abordado la pandemia teniendo a la vista el valor de la vida humana por sobre las consideraciones económicas.
Por cierto que es posible identificar un sector transversal de la población que efectivamente le importa muy poco el bien común, dado que no ha internalizado los principios sustantivos del valor de vivir en comunidad. Lo cual se traduce en una percepción social desigual del riesgo. La persona que debe salir a trabajar formal o informalmente sabe que su vida está en riesgo, pero la urgencia de la sobrevivencia económica aminora el miedo.
En cambio, otros grupos sociales diferentes entre sí pueden tener heterogéneas concepciones sobre la gravedad y aceptabilidad de distintas situaciones de riesgo en la pandemia y de sus respuestas ante cada una de estas condiciones. Por ello, no sorprendente verlos transgredir la cuarentena realizando fiestas, subiendo a la nieve, viajando a sus segundas viviendas por tierra o por aire, realizando tocatas y juntas, asados con las amistades, actividades deportivas, vendiendo mercadería bajo cuerda, realizando cambio de giros tácticos de sus empresas, entre otros cuestionables comportamientos.
Es verdad que hay grupos de sujetos que están demostrando no solo una absoluta carencia de civismo, también muestran lo que M. Douglas (1996) llamo inmunidad subjetiva, es decir, la tendencia a ignorar los peligros cotidianos más comunes o bien a restar importancia a los peligros de baja probabilidad de ocurrencia con lo que el individuo corta la percepción de riesgos altamente probables.
Lo problemático que con esa percepción social diferenciada del riesgo se cree que se adquiere asegurabilidad e inmunidad ante la pandemia. Nada más lejano de realidad.
Esta semana la región metropolitana inició un desconfinamiento casi total, no hay que consultar a un oráculo para saber las consecuencias de ello. Europa ya está viviendo una segunda oleada. Las autoridades inmunes a esos datos, se permite darnos mortales recreos. En este instante se hace rotunda la pregunta del destacado intelectual alemán Jurgen Habermas ( 2020) "¿Tenemos que aceptar el riesgo de sobrecargar los sistemas de salud y, por lo tanto, aumentar la tasa de mortalidad para reiniciar la economía cuanto antes y así reducir la miseria social causada por la crisis económica?.Y como ha sido la tendencia, cuando sumemos miles de muertos más, todo se reducirá a la conducta individual y no a la irresponsabilidad organizada.
"Por cierto que es posible identificar un sector transversal de la población que efectivamente le importa muy poco el bien común, dado que no ha internalizado los principios sustantivos del valor de vivir en comunidad"