Los cilindros son los envases de gas licuado que más se utilizan en Chile, para entregar la energía necesaria en los hogares con el fin de cocinar, obtener agua caliente o calefaccionar las casas. Durante 2019 se vendieron en todo el país 59 millones de unidades, cifra que aumenta cada año y que se concentra especialmente en la temporada invernal, cuando las ventas se duplican respecto de los demás meses, porque hay mayor uso de calefones y de estufas. A modo de ejemplo, en febrero de 2019 se vendieron 3,4 millones de balones de gas en el país y en julio del mismo año se comercializaron 7,1 millones de unidades.

Sin embargo, en ocasiones hay un manejo inconveniente y riesgoso de esos cilindros, lo que puede poner en riesgo la seguridad de los usuarios. Asimismo, debido a diversos casos de fugas y accidentes, en muchos edificios se ha decidido prohibir el uso de cilindros de gas en los departamentos, como una forma de proteger a los moradores. Hay que recordar que, según la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC), la normativa vigente no permite el uso de cilindros de gas en edificios para aparatos fijos (cocinas y calefones) y sólo se autorizan los de hasta 15 kilos para artefactos móviles, siempre que éstos se encuentren incorporados, como ocurre en las estufas y parrillas.

No obstante, durante las últimas semanas ha surgido una nueva inquietud sobre los balones de gas licuado: la posibilidad de que a través de ellos se pudiera propagar el covid-19 al momento de su entrega. Por ello, el Ministerio de Energía ha instruido a las empresas de gas una serie de medidas de seguridad en la cadena de distribución y venta de los envases.

La SEC ha señalado que los cilindros de 45 kilos, que son los más grandes, siempre deben ser instalados por personal de la respectiva empresa de gas, quienes también deben usar los elementos de protección y mantener una distancia adecuada, además desanitizar el cilindro en presencia del cliente.

Hay que considerar que la forma masiva en que se realiza la distribución de gas licuado en todo el país puede representar un riesgo de propagación del virus si no se toman las prevenciones necesarias.

Si uno es objetivo y va al fondo de lo que dicen los números, encuentra verdades inobjetables. Teniendo en cuenta barcos de más de 500 toneladas de arqueo, las estadísticas a nivel mundial hablan de unas 100 que se pierden todos los años a lo largo de los mares del planeta, por colisiones, incendios, mal clima u otros. Si la cifra se compara con la cantidad de buques que componen la flota mundial de embarcaciones de arqueo bruto de más de 500 toneladas, es inferior al 0,1% de la flota mercante total.

En Chile, particularmente en la zona sur austral, en el segmento de naves mayores, tenemos un nivel superior al mundo. Sin embargo, si incorporamos los barcos menores, es justo reconocer que nuestra posición de vanguardia se va perdiendo.

Por lo mismo, iniciativas como la de la Asociación Nacional de Ingenieros Navales y también de alguna forma respaldada por el actual Directemar, en cuanto existe coincidencia en que las naves menores se reclasifiquen en todas aquellas que tienen un arqueo bruto muy superior a la clasificación actual, va en el sentido correcto. Probablemente, cantidad y certificación de competencias de la dotación en el segmento de 50 a 500 AB, tendrán que ser revisadas conforme el mundo más desarrollado aplica en estos segmentos.

Estamos viviendo días complejos. En el ámbito naviero no debiera pasar inadvertida la demanda de las dotaciones de navegación marítima. Al extenso período de embarco que tienen 150 o más días, se suma ahora que por efecto de la pandemia y disponibilidad de traslados, 90 ó 120 días más, llegando a completar un tiempo de embarco de 270 días; nueve meses.

En nuestra navegación próxima a la costa, los períodos de embarco se han reducido de 120 días de embarco y descanso de 30 días, a un promedio de menos de 28 de embarco con un descanso de 10 o más días, muy por sobre el estándar de convenios laborales internacionales y de lo que estipula nuestro propio Código del Trabajo.

Por otra parte, es un hecho incuestionable que las dotaciones de la marina mercante de la zona sur austral, en Chile, son al menos un 30% mayores que las dotaciones de países que tienen similares navegaciones y atienden industrias similares.

La realidad de nuestra actividad marítima tiene estándares muy superiores a lo que le toca vivir a la inmensa mayoría de los chilenos. Por eso, esta humilde reflexión. Cuidemos lo que tenemos.

Héctor Henríquez Negrón, presidente de Armasur

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