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ENTREVISTA. hernán rivera letelier, escritor:

"Estamos en una película de ciencia ficción, todo el mundo con máscara"

LIBROS. El pampino habla de su encierro y de "Epifanía del desierto", donde cuenta cómo escribió "La reina Isabel cantaba rancheras".
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Una piscina seca. Sobre la piscina, tierra. Sobre la tierra, pasto sintético. Allí escribe Hernán Rivera Letelier, de sol a sol, confinado por la pandemia en su casa de Antofagasta. El autor chileno de más de veinte libros acaba de publicar "Epifanía del desierto" (Alfaguara), una crónica donde cuenta cómo escribió la "La reina Isabel cantaba rancheras", novela con la que pudo comprarse una casa y cambiar su destino de minero para siempre.

"Yo había llegado hasta sexto preparatoria, en mi casa sólo estaba la Biblia, el Nuevo Testamento y el Himnario, nunca había estado en una biblioteca, mi padre era analfabeto, mi madre había muerto cuando tenía nueve años, pero sabía que podía ser escritor, lo sentía, no tenía ninguna duda", cuenta por teléfono con una voz entrecortada por el mal de Parkinson y los dos infartos que sufrió el año pasado en Cuba.

De fondo, la radio, con las noticias más oscuras.

-¿Has visto asomar la muerte por estos días?

-Se me han muerto varios amigos ya. Luis Sepúlveda, el escritor, era mi amigo.

-¿Cómo se ve el mundo desde tu encierro?

-Estamos en una película de ciencia ficción, todo el mundo con máscara. Ahora uno ya no puede mostrar su belleza.

-¿Tu familia te cuida, te provee?

-Me cuida, pero el proveedor de la casa soy yo.

-¿Quién sale a comprar?

-A mí no me dejan ni sacar la basura. Tampoco salgo al almacén de la esquina. Estoy más encerrado que el Chapo Guzmán.

- En tu nuevo libro se lee la nostalgia de mirar al joven que fuiste. ¿Por qué?

-Porque quería sacar lo bueno de las pellejerías que pasé.

-¿Guardaste tus cuadernos de anotaciones?

-No guardo nada, soy súper desordenado. No guardo recortes de diarios, no me veo en la tele cuando me entrevistan, boto y olvido todo.

-¿De dónde sacaste el fuego para ser escritor?

- Descubrí que me gustaba la literatura cuando leí un libro de cuarto medio de una amiga donde habían puesto unos poemas de Parra. Los leí como un hambriento, nunca antes había leído un poema o un cuento. Sentí que podía hacerlo incluso mejor.

-¡Ah, miércale!

-Claro, con todas las patas. (Risas)Y cuando me fui de viaje a dedo, una noche por necesidad me vi obligado a escribir un cuento, pero eso ya lo he contado como ochenta veces.

-Cuéntame entonces cómo te criaron.

-Yo era el tercero de seis hermanos. Algunos de mis hermanos murieron de guaguas. Las guaguas en la pampa morían de frío.

-Qué espanto.

-No había médico ni ninguna cuestión. Mi madre se murió cuando yo tenía nueve años, así que a ella casi ni la recuerdo.

-Entonces, ¿te crió tu padre?

-Mi padre trabajaba en las minas y venía a verme los fines de semana.

-Estabas solo…

-Mis otros hermanos se fueron con una hermana que se casó y sí, me quedé sólo. Vendía el diario para vivir. Así que esto de convertirme en escritor todavía me parece un misterio.

-¿Que diría tu padre si te hubiese visto de escritor?

-Él se murió el 73. Yo estaba empezando a escribir poemas, pero no se los mostraba a nadie. Imagínate cómo habría estado el viejo si él era analfabeto. Aprendió a dibujar la firma. Y sería todo.

-¿Nunca leyó nada?

-Según él, Dios había hecho un milagro y podía leer la Biblia. La leía todo el día. Pero sólo la Biblia. Si le pasabas un diario u otro libro, decía que no podía leer.

La ciencia ficción

-¿Cómo escribías tú en un principio?

-Empecé a escribir en un cuaderno cuadriculado con lápiz Faber N°2. No sé por qué, pero los cuadernos de líneas no me quedaban. Después pasé al lápiz BIC. Y después a una máquina de escribir. Te juro que cuando vi un poema mío -que era muy malo- escrito con máquina de escribir, no lo encontré tan malo. Fue tan emocionante ver esas letras, en mi mente era como verlo en una vitrina de librería.

-¿Ahí te lanzaste?

-"La reina…" la empecé a escribir en lápiz pasta. Después me prestaron una máquina y ahí seguí. Luego me la pidieron de vuelta y me tuve que comprar una con la plata que gané en un concurso de poesía. Llevaba como ochenta páginas, pero se me empezó a enredar el asunto, porque se me ocurría que tal escena tenía que ir en el capítulo uno y no en el cinco, entonces tenía que recortar la escena escrita y pegarla al principio. Iba agregando párrafos, sacando, al final terminaba con páginas que eran como sábanas. Todo pegado con lo que fuera: cinta de embalar, cola fría o leche condensada.

-¿Sigues escribiendo?

-En este encierro he escrito dos novelas. Me levanto a las cinco de la mañana, me ducho, me tomo un café y me siento a escribir hasta las 10 de la noche. Aún puedo hacerlo con los 10 dedos. Me está costando, pero lo hago.

-¿Cómo es tu método?

-Más que escritor yo me considero un corrector. Leo y corrijo setenta veces un párrafo, una página, un capítulo. La novela entera la corrijo 10 veces. Todas las veces necesarias. No me pongo metas ni me apuro. Sólo termino cuando digo: esto es todo lo que puedo dar. Y ahí corto.

-¿Eres un contador o un escuchador de historias?

-Soy más un oidor que un contador. Cuando yo era niño, en un campamento en la Pampa, mi madre daba pensión a cuarenta viejos. En la noche, después de la cena, se sentaban todos en una mesa. Parecía barco, lleno de gente. Y empezaban a contarse historias de aparecimientos, del descabezado, de la viuda negra. Yo con cinco años, me metía debajo de la mesa a escucharlos. Me iba a acostar cagado de miedo. Todavía agarro frases al voleo.

-Pasaste de minero a "Caballero de las Artes en Francia". ¿Cómo te sientes, como un minero o un caballero?

-Como un minero… como un minero bien caballero.

-¿Y dejaste de fumar para siempre?

-Dejé de fumar con "La reina Isabel" y nunca más pesqué un cigarro. A veces fumo uno de los que te hacen reír.

-¿Crees en Dios?

-Yo no creo en Dios, pero sé que Dios cree mí.

"Empecé a escribir en un cuaderno cuadriculado con lápiz Faber N°2. No sé por qué, pero los cuadernos de líneas no me quedaban. Después pasé al lápiz BIC. Y después a una máquina de escribir". "En este encierro he escrito dos novelas. Me levanto a las cinco de la mañana, me ducho, me tomo un café y me siento a escribir hasta las 10 de la noche. Aún puedo hacerlo con los 10 dedos".

"Epifanía en el desierto" Alfaguara / Hernán Rivera Letelier / 124 pgs. / $12.000

Epifanía por dentro

"Epifanía en el desierto" (Alfaguara) es el nuevo libro de Hernán Rivera Letelier y en él se leen los pormenores de las historias protagonizadas por personajes que el autor conoció en los campamentos mineros: La Reina Isabel, La Ambulancia, la Pan con Queso, la Chamullo, la Azuquítar con Leche, la Dos Punto Cuatro y la Malanoche.