Florecimiento de la ayuda solidaria
Las ollas comunes que se han ido armando en Puerto Montt y otras comunas reflejan lo mejor del compromiso ciudadano. Iniciativas individuales, familiares, sociales y eclesiales. Amplia es la gama de acciones solidarias que han ido apareciendo.
Así como tiempos excepcionales en la historia le han abierto la puerta a los peores vilezas humanas, como racismo, intolerancia y brutalidad (¿alguien duda que eso no esté sucediendo hoy?), también permite que afloren las mejores cualidades humanas, como la solidaridad, empatía y comprensión. Muy buen ejemplo de lo segundo (de lo primero ya se ha escrito mucho) son las incontables iniciativas de ayuda que se han ido forjando en las últimas semanas para tenderle la mano a las familias que han sido golpeadas por el decaimiento de la actividad económica, reflejado, por ejemplo, en locales comerciales cerrados, aumento sostenido del desempleo y un horizonte aún más borrascoso de lo que se vive en la actualidad.
Quizás el botón más emblemático de estas edificantes cruzadas ha sido el resurgimiento de las ollas comunes, tan propias de aquella época en que el país se debatió en una crisis económica que arrasó con miles de puestos de trabajo y el incremento de la pobreza. Tal como pasó en esos años, estas ollas solidarias se están armando a lo largo del territorio con el empuje de organizaciones sociales, eclesiales y anónimos vecinos que no pueden quedar indiferentes ante la amenaza del hambre, que cada vez se hace más visible en la medida en que se sigue destruyendo el mercado laboral.
El sur del país, tan pródigo en iniciativas de este tipo, no ha quedado ajeno a esta realidad. Puerto Montt y las restantes comunas de la provincia de Llanquihue son el escenario del tesón comunitario para garantizarle la alimentación a quienes de un momento a otro se han visto enfrentados a una pobreza que malamente se creía erradicada. En algunos casos, como se ha atestiguado en las páginas de El Llanquihue, corresponde a la solitaria iniciativa de una vecina, en otros al fuerte compromiso social de grupos familiares, y en otros a la histórica participación de comunidades de iglesia en programas solidarios.
Estas campañas, que probablemente se irán masificando en las semanas, representan lo mejor de la humanidad, un buen bálsamo en tiempos tan convulsos.