En el País de Nunca Jamás, preocupa la tercera edad, porque los especímenes están viviendo demasiado, lo que genera pérdidas. "Tenemos que hacer algo al respecto", dicen los industriales del área, sin especificar nada, lo que deja espacio a todo. Ellos aspiran a una sobrevivencia mínima de sus clientes, pero calculan las jubilaciones en base a la sobrevivencia máxima. Durante la semana, se autorizó nacionalmente a los funcionarios públicos sobre 75 años, para que optaran al teletrabajo. A esa edad, ya no quedan funcionarios: todos disfrutan haciendo cruceros en transatlánticos libres de lepra. Desde hace mucho, los espacios relevantes de la función pública se le entrega a la juventud política del gobierno de turno. Estos jóvenes ganan sin apelación los concursos que exigen como requisito llamarse como se llaman, para quedarse "de planta" cuando termine "su gobierno".
En el País de Nunca Jamás, un Senador de Oposición e hijo de ex Presidente, es enfático en señalar que los adultos mayores deben pagar contribuciones. Dicho honorable, no ha insistido en el tema, desde que quedó al descubierto que, tanto él como Papi, hace 16 y 29 años, respectivamente, no pagan contribuciones por sus casas de veraneo. Por suerte, por éstos lados contamos con un Senador que se preocupa de las portadas de los cuadernos, y otro que no concurre a votar, lo que es una tranquilizadora incitación a la paciencia. En el País de Nunca Jamás, reciben amplia cobertura mediática tiernos personajes que prometen aumentar la cifra de 450 estallidos oculares por perdigones o lacrimógenas ocurridos desde octubre.
En el País de Nunca Jamás, en caso de catástrofe, los precios pueden subir al mil por ciento, sin que parezca extraño, pues así quedó establecido desde los tiempos del Capitán Garfio. Ante cualquier emergencia, la gente acapara papel higiénico. Es tranquilizador que el País de Nunca Jamás no exista. Tampoco Peter Pan, un espécimen más extraño de lo que parece. La obra de J.M.Barrie, con niños perdidos, hadas, animales fantásticos, piratas y sirenas, es un libro de personajes perturbadores. No es menor que al autor no le gustara la estatua de Peter Pan, erigida en el barrio de Kensington, Londres, porque "no muestra al demonio dentro de Peter".
Jorge Loncón, escritor