Siendo los niveles de pobreza, especialmente reflejados en los campamentos de miseria que siguen subsistiendo en nuestra zona, una alta preocupación regional -y periódicamente enfocada por El Llanquihue-, ha sido realmente una muy buena noticia , en estos tiempos críticos, la reciente aprobación del presupuesto regional 2020 y -sobre todo- de los recursos destinados al Acuerdo Social Los Lagos, inserto en la nueva ruta gubernamental de solidaria equidad, que es el clamor presente.

Existe conformidad en las autoridades y en los mismos consejeros regionales (CORE), por este importante avance en las nuevas orientaciones sociales en la Región de Los Lagos. Su intendente Harry Jürgensen precisó que son 10 mil millones de pesos los asignados al acuerdo social regional. Que se distribuirán, entre otros, -aplicándose ya en el primer semestre del año venidero-, en la gran tarea de disminución de la pobreza multidimensional, a través de gestión de los municipios; en proyectos fotovoltaicos; en el mejoramiento de las viviendas rurales; en beneficio de los adultos mayores; en la reactivación de las perjudicadas pymes; en apoyo a las jefas de hogar y a la pesca artesanal, que está atravesando por una complicada situación económica.

El presupuesto regional propiamente tal, a su vez, se distribuye en $23 mil millones para la Provincia de Osorno, $26 mil millones Llanquihue; $16 mil millones Palena; y $23 mil millones Chiloé.

Cabe considerar que para la capital regional Puerto Montt, se encuentran planificados proyectos de desarrollo y modernización, que son prioritarios de materializar: la remodelación de su principal calle céntrica -Antonio Varas-, cuyo estado de deterioro es reprochado por todos, dada su gran importancia turística. Lo mismo ocurre con la Avenida Costanera, que será recuperada para el turismo como corresponde mediante el Proyecto Parque Costanera. Y una tercera obra en plan es el Parque Metropolitano -el clamado espacio verde y recreativo-.

La Región de los Lagos avanza en el acuerdo social y ojalá también en las obras planificadas.

La rabia es una emoción a la que le tememos. Estamos acostumbrados a tratar de evitarla y cuando emerge no siempre es de la manera más adecuada. Hay tantas formas de expresarla como personas en el mundo. Están los que pueden manifestarla en forma apropiada y regulada socialmente; los que se desbordan y emerge como un cataclismo arrasando con lo que encuentra a su paso y los que la reprimen por temor a la reacción de su entorno. La rabia es una emoción más, no es buena ni mala. Lo que hace que adquiera una cualidad positiva o negativa es cómo la expresamos y qué es lo que hacemos con ella. En general tendemos a darle una connotación negativa, pero esto no tiene que ser así. Muchas veces puede ser un motor para enfrentar desafíos o una motivación para defenderse en situaciones de las somos parte. Muchas pueden ser las causas que la hagan aparecer, pero cuando surge a partir de frustraciones e injusticias actúa como una bomba de tiempo que, sumado a altos niveles de estrés, es una fórmula que da como resultado la aparición de su peor cara. Su expresión se aprende desde las edades más tempranas de la vida y los primeros modelos siempre serán los padres. Con estos, el niño irá aprendiendo qué sucede con él y qué pasa en su ambiente cuando siente rabia, qué es lo aceptable y qué no en relación con la forma de demostrarla, en qué contexto es adecuado expresarla y en dónde no, o por el contrario, puede aprender que es una emoción inadecuada que se debe reprimir y disimular. Poco a poco, se irá ampliando este modelaje de la rabia en la figura de abuelos, profesores, amigos, los que reforzarán o limitarán la forma que tiene el niño de expresarla pero más que nada educarán con la manera que ellos mismos gestionen esta emoción y se transformen en modelos a imitar. Es así entonces que no se trata de reprimir o condenar la expresión natural de la rabia, sino educar para que esta manifestación siempre vaya acompañada por la empatía y el respeto por los demás y se presente en contextos adecuados. Es profundamente necesario mirar y reflexionar sobre nuestro manejo de la rabia…Como adultos y padres responsables, ¡no podemos esperar!

Lorena Koppmann,