Mientras se va consolidando la nueva mirada social y sus repercusiones renovadoras en nuestro país, en Puerto Montt se busca potenciar -también en esa orientación- a la tradicional Ruta de las Tradiciones, con vistas a los próximos tres meses veraniegos y su aporte a las atracciones turísticas estivales de la capital de la Región de Los Lagos.

Esta vez, en la versión del año 2020, se agregarán a las localidades acostumbradas de este singular trayecto turístico comunal, los sectores rurales de Chiquihue Alto, Ilque, Salto Chico y Puqueldón de la Isla Maillen. Esto significa que el municipio, a través de su Subdirección de Turismo e Identidad Local, está empeñado en hacer cada vez más atractivo este evento, que ya forma parte de uno de los símbolos del verano local. Y que ya consta de muchos admiradores tanto en el ámbito local y regional, como también nacional, incluyendo del extranjero, para quienes esta es la ruta más entretenida que han podido conocer.

Es una senda de las tradiciones porteñas, que refuerza y enriquece considerablemente la identidad puertomontina. Sobre todo, frente a los turistas que llegan por estos confines en busca de lo más auténtico y novedoso, especialmente, en lo que se refiere a las costumbres y legados, cultura característica, folclor tradicional, sorpresas humorísticas y gastronomía típica, entre otros sellos distintivos.

Los organizadores -conforme al estilo social que está surgiendo y en apoyo al emprendimiento-, planean, desde esta ocasión, darle mayor protagonismo a los artesanos y artesanas de nuestra comuna. Con esa finalidad, se creará la Mesa de las Artesanías, que junto con permitir estar al tanto de sus quehaceres, facilitará la posibilidad de organizarlos bajo una directiva, a través de la cual integrar a los artesanos a próximas y futuras agendas turísticas. Comenzando por la cercana Ruta de las Tradiciones, donde hace mucha falta ese celebrado talento expresado en variedad de creaciones en distintos materiales genuinos de la zona sur. Todo un acierto.

Este último mes como nunca hemos evidenciado los dolores de la inequidad y de la falta de oportunidades reales para salir adelante. Siempre se nos ha dicho que la educación es el camino transformador que permite la movilidad social y que permite que cada generación de una familia tenga mejor calidad de vida que la anterior. Es decir, si me esfuerzo y estudio, accederé a buenos trabajos con buenos sueldos y calidad de vida, que sólo mejorará con el tiempo.

Mis hijos partirán de un piso más alto que yo y podrán seguir escalando social y económicamente, lo mismo con mis nietos y bisnietos. Lamentablemente, esta promesa no se ha cumplido para todos, de hecho, se ha cumplido para muy pocos. Hoy, entre otras cosas, estamos viendo los efectos de esta y otras promesas no cumplidas.

Hay varias razones por la cual la educación superior dejó de ser esa "bala de plata". Una de ellas es la gran cantidad de oferta educativa que existe y no toda de buena calidad, lo que ha generado una sobreoferta de títulos universitarios o técnicos que en la práctica no se han traducido en acceso a buenos trabajos ni a buenos ingresos.

Por otro lado, tenemos un sistema de educación desactualizado que no se ha adaptado a las necesidades de un mundo cambiante y cada vez más incierto. Además, la oferta educativa no siempre está conectada con el mercado laboral, graduando profesionales que no encuentran dónde emplearse y manteniendo industrias completas sin los talentos que necesitan.

Desde Laboratoria descubrimos hace cinco años que la industria digital es uno de esos sectores que está ávido por un tipo de talento que la educación tradicional no estaba ofreciendo y que los pocos profesionales que existían, además, eran en su mayoría hombres, sin una justificación real para que así sea. Considerando la falta de acceso, la necesidad de un modelo de educación diferente, la brecha de género y la gran proyección del mundo tech, implementamos un modelo distinto de formación en tecnología sólo para mujeres.

Por Marisol Alarcón,