Violencia en Puerto Montt
El cada vez más violento actuar del encapuchado en el centro de Puerto Montt. Donde este esconde cobardemente su rostro y lleva consigo solo el apetito de destrucción y maldad. Ese encapuchado que ya no muestra racionalidad alguna ni consideración al vandalizar, destruir y saquear esfuerzo de pequeños comerciantes. Tampoco con lugares de oración de personas creyentes. Esa destrucción que hoy nos muestra trabajos y proyectos de vida, testimonios de esfuerzo, que se están yendo de espaldas.
La ley de afinidad indica que el acto de violencia solo incita y atrae más violencia. Si no se ataja al violentista por medios establecidos por la ley, será el ciudadano quien que caiga en la tentación de ejercer justicia por sus propias manos. El problema de esto último es que generará una confrontación entre el encapuchado, que viene con una rabia exacerbada y, en algunos casos, potenciada por uso de drogas, con una persona que viene en estado de crisis nerviosa, angustia y desesperación. El choque entre 2 fuerzas exacerbadas solo trae como consecuencia sangre. Esto dado el desconocimiento que tendrán ambas partes en términos de determinación y voluntad de generar solo un daño en el otro o cegarse y cobrar la vida del otro. Ambos desconocen con el tipo de armas con la que se presentarán a ese enfrentamiento.
Ante autoridades paralizadas y asustadas por las acciones de observadores y guardianes de los DD.HH., ante el desarme que está viviendo Carabineros, donde ya no pueden ejercer fuerza sobre quien genera daños y que desata violencia, ni defender su vida ante el ataque contra ellos, donde el encapuchado ha mostrado estar dispuestos a lanzar bombas molotov y quedando Carabineros próximamente, al paso que vamos, habilitados para responder ese ataque solo lanzando pétalos de rosas al violentista, es que se propone una salida. Descabellada, pero salida al fin. En tiempos donde la autoridad y las fuerzas de orden están atadas de mano por el escrutinio de los defensores de los DD.HH. y que dejan a la ciudadanía con sensación de abandono. Aprovechemos la demanda de hacer consultas ciudadanas. ¿Por qué no plebiscitamos, en ciudades vandalizadas como la nuestra, y que sea moción de la ciudadanía, el solicitar de estado de excepción a base de 2 preguntas? Estas serían:
1. ¿Se debe solicitar la aplicación estado de excepción en la ciudad?
2. ¿Se aprueba el uso de fuerza represiva contra el encapuchado que genera daño y destrucción?
Las fuerzas de orden están más y mejor capacitadas para contener y reducir el daño y ataque vandálico de un encapuchado, que el ciudadano que quiera tomar la justicia por sus propias manos, ya que, este último cegado en su rabia y adrenalina, puede escapársele de las manos el nivel de lesiones que genere o incluso puede costar vidas. O en su impreparación puede ser él quien pierda la vida en manos del encapuchado.
Por la vía de la solicitud de la ciudadanía y no por una imposición del gobierno, la autoridad no queda a merced de los observadores de DD.HH. como agentes responsables de la represión, sino que es la propia ciudadanía la que ha requerido y exigido la solución de fuerza.
Existe un camino menos descabellado, radical, extremo y violento que el mostrado en estas líneas. Que sea el convocante a las manifestaciones quien tome la responsabilidad de aislar, contener y/o denunciar al encapuchado y que permita la acción de las fuerzas de orden en forma focalizada y solo contra el encapuchado. Eso es un acuerdo civilizado y coordinado entre el convocante y Carabineros. Pero proponer algo así puede ser tan descabellado como las otras soluciones que manifiesta esta carta.
LUIS ALBERTO DÍAZ GUAJARDO.
¿Libre de pecado?
Nadie está libre de pecado, y es que son los mismos parlamentarios que acusan, los que son parte del problema. En ese contexto, no deja de llamar la atención que, en el intertanto de resolver urgencias sociales, parlamentarios intenten simultáneamente destituir a un Presidente.
Una acusación de este estilo y, propiciada por parlamentarios con credenciales democráticas, sólo ratifica lo herida que puede estar en la institucionalidad del país, que sustenta una acusación sin mayores fundamentos para reforzar un país en el que no supieron absorber las demandas.
Hoy la tarea es recuperar la confianza, fortalecer la democracia, y volver a priorizar la agenda legislativa, pero sobre todo realizar transformaciones profundas y medidas claras contra el abuso, privilegios y desregulaciones. Quien no comprende las principales motivaciones, dudo mucho que esté libre de pecado y sea digno de tirar la primera piedra.
PATRICIO SAAVEDRA BAHAMONDES.
Parquímetros en P. Varas
Dentro de todo el estallido social de nuestro país, ha sido complicado llevar nuestra vida diaria con normalidad. Creo que se ha vuelto bastante común hablar sobre la situación de nuestro país con quienes nos encontramos en el día a día.
Suelo con bastante frecuencia estacionarme en el centro de Puerto Varas y por esta misma razón he generado varias conversaciones con quienes trabajan como parquímetros.
Sé que a veces nos cuesta ponernos en los zapatos de otros y no quiero subirme arriba de un pony moral, pero creo que es importante poner ojo en las condiciones bajo las cuales trabajan estas personas. Todos sabemos que nuestro clima es a veces inclemente y ellos deben estar trabajando bajo la lluvia. Los turnos duran hasta las 3 A.M. sin ninguna medida de seguridad. Ademas no cuentan con casetas. Y me ha sorprendido que frente a las protestas generadas estos últimos días, deben seguir trabajando.
Debo decir que me parece una gran ayuda que la concesión de parquímetros de la ciudad de Puerto Varas, pasase a bomberos (importantísima e incansable organización de voluntarios) y no a empresas que buscan lucrar con este cobro. Pero, sí siento que sería muy primordial mejorar las condiciones laborales frente a las cuales se enfrentan los parquímetros.
BELÉN CARO CAMPOS.
Ferrocarril
Estimo que el tren es un gran aporte social, al contrario de lo que piensa don José Pérez Tureo; por lo que hay que seguir luchando por la causa.
PEDRO FIERRO NEGRÓN.