La idea de proteger grandes espacios del territorio nace en el marco de la guerra civil norteamericana, cuando el Presidente Lincoln creó en 1864 un mecanismo para asegurar el uso público y la conservación, así como entregar un espacio de encuentro para todos los ciudadanos de su país, una tierra que perteneciera a todos por siempre. Es en ese momento que se crea lo que hoy conocemos como Parque Nacional Yosemite en Estados Unidos.
Los parques nacionales son espacios públicos esencialmente democráticos. En una época de grandes desigualdades y gran desconexión entre las personas y la naturaleza, estos territorios públicos representan una garantía para la vida en el Planeta y una oportunidad de bienestar, acceso a la naturaleza y a sus beneficios ecosistémicos.
En este país en crisis, la sociedad civil organizada está trabajando por proponer hoy un nuevo pacto social. Chile lo merece y a través del diálogo podemos construir el país que queremos. No olvidemos abordar en conjunto los desafíos y oportunidades sociales y ambientales en la construcción de este nuevo Chile, porque si no lo hacemos, el tejido que buscamos que sustente nuestras relaciones y buen vivir armónico y respetuoso entre personas y naturaleza será débil y podría volver a romperse.
Busquemos inspiración en nuestros parques nacionales. Ellos nos dan la oportunidad de experimentar la pertenencia a algo más grande que nuestras individualidades y agendas propias, son una tierra de encuentro con los otros, con nuestra raíz y con la comunidad de vida a la que pertenecemos. En la naturaleza podemos derribar los muros que nos hacen creer que estamos separados, que podemos avanzar a pesar del otro. La naturaleza nos devuelve en cada respiro la certeza de ser parte de un cuerpo extendido, ese aire que respiramos nos confirma la interdependencia de la vida, la pertenencia a una comunidad más grande, más allá de nuestra piel, la Biósfera.
Los parques nacionales son una oportunidad concreta de abrirse a la transformación y actuar desde la experiencia del encuentro. Nuestros parques son una oportunidad de futuro, uno de los valores más incuestionables de nuestro Chile, escuchemos lo que tienen que decirnos.
Un nuevo tiempo para un Chile democrático
Chile, aquel país más seguro, estable social y políticamente de Latinoamérica, fue un sueño del que se despertó de forma abrupta. Chile despertó y se encontró de bruces con la enfermedad de la desigualdad, profunda y estructural, que enfrentaba a los ciudadanos.
Así como Chile, por varios años, se convirtió en lugar de acogida de migrantes de repúblicas de Sudamérica sumidas en el dolor, la persecución, la censura y la violencia, hoy le toca vivir su propia crisis. Una crisis incubada por factores sociales, políticos y económicos, que fueron generando desapego y desconfianza con el otro, ante una promesa de desarrollo que sólo llegaba para unos pocos.
Pero, sobre todo, esta crisis es fruto de la incapacidad de todos los que tuvieron o tuvimos, en estos 30 años, responsabilidades políticas, sociales, educativas, económicas y religiosas en nuestro país. Ninguno de nosotros estuvo a la altura de cuidar lo esencial de un país: a su comunidad.
Es por ello que la solución para este difícil trance no puede estar en manos de aquellos que fueron cómplices activos o pasivos de la pérdida y abandono de la dignidad de la sociedad. La reflexión de un nuevo Chile tiene que tener nuevos rostros que sean inclusivos y diversos, y no de aquellos que pretendan mantener sus espacios de poder y privilegios. Es tiempo de un nuevo pacto social-cultural, una nueva constitución que tenga la legitimación de un Chile moderno, democrático y comprometido con los derechos humanos fundamentales. Ese pacto debemos escribirlo juntos y debe representar la diversidad humana y geográfica de nuestro país. Se trata de un nuevo relato que recoja nuestra memoria e historia, con una mirada proyectiva comunitaria, una casa común y digna para todos. Una constitución que contenga el Ser del país.
Esta crisis, asumida con sabiduría y coherencia, podría ser la oportunidad para resignificar nuestro legado cultural y patrimonial: quién lo ha construido, cómo se ha impuesto y cómo hemos silenciado e invisibilizado un patrimonio más significativo y coherente, como son los derechos humanos y culturales. Chile cambió y si nos resistimos a reconocerlo es posible que se exacerbe la violencia cultural de grupos que anhelan el dominio populista o totalitario.
José Albuccó,
Eugenio Rengifo.