Con sorpresa confirmamos hace unos días la información que manejábamos sobre la visita del ministro de Agricultura, Antonio Walker, a Osorno en noviembre pasado. Digo con sorpresa porque no podíamos creer, en un principio, que un secretario de Estado no dimensionara los alcances que podrían traer sus actos, en especial para la fe pública. Me refiero específicamente a su alojamiento en la casa de huéspedes de la empresa Manuka días antes del juicio por el mayor caso de maltrato animal en la historia de Chile, y a la utilización del vehículo del gerente general de la productora lechera para acudir a la inauguración de la feria Sagofisur. Ambos hechos sin registro formal. La verdad es que cuesta entender por qué esta información se entregó vía Transparencia, luego de una solicitud nuestra, pero no se consignó ni en la agenda (no se menciona su viaje a la Región de Los Lagos) ni en el portal de lobby, tal como lo exige la ley. El ministro no sólo fue irresponsable al actuar con descaro y sin criterio, sino también habría cometido una falta a la probidad administrativa, así lo dice con claridad la Ley N°20.880 sobre probidad en la función pública. Muchos se preguntarán por qué. Manuka es una compañía cuestionada ante la opinión pública, que estaba a punto de enfrentar un juicio en su contra por maltrato animal y, lo más importante, expuesta a la fiscalización y a las políticas emanadas del Ministerio de Agricultura. Es más, Conaf, que depende del Minagri, aún no contesta una carta enviada hace más de un mes por presunto manejo ilegal de bosque nativo al interior de la Hacienda Rupanco, donde está ubicada la lechera. En momentos en que algunas autoridades de Gobierno están cuestionadas por sus erráticas declaraciones y "omisiones" en casos conocidos a nivel país, es de suma importancia actuar con transparencia, rigurosidad, imparcialidad y estricto apego a la ley. Claramente, el ministro de Agricultura no cumplió con nada de aquello. ¿Hubo tráfico de influencias? ¿Qué intereses hay detrás? Esperamos que el Presidente Sebastián Piñera y la Contraloría General se pronuncien tras nuestra presentación de ayer martes, pues este hecho nos parece de máxima gravedad.

Fidel Espinoza Sandoval. Diputado (PS) de la República. Región de Los Lagos.

No podemos permanecer impávidos, insensibles, o hacernos los desentendidos, frente a casos extremos de angustia familiar, como el que padecen una abuela, una madre y su hijita, por la extraña y compleja enfermedad que sufre la menor, y por la carencia de recursos para tratarla y medicarla convenientemente.

Esta es una situación social dramática, que merece atención, amparo y colaboración. Una emergencia, como cualquier otra, digna de ser socorrida con la generosa solidaridad que caracteriza a los puertomontinos y sus autoridades. Y que si se hubiese conocido antes, bien pudo haber sido considerada en el marco humanitario prenavideño.

Como lo acaba de saber e informar El Llanquihue, se trata de una familia de muy modestos medios, que se ha visto en el imperativo de acudir a la caridad ciudadana, para poder solventar los costos que demanda afrontar la delicada salud de la pequeña de 5 años, Alicia Barría, aquejada de varias enfermedades a la vez, por lo que debe desplazarse en silla de ruedas. Y que la obligan a permanentes controles en el Hospital y a depender también del Instituto Teletón de esta ciudad, además del cuidado especial y cercano de su madre en su vivienda del sector de Puerta Sur. Lo que significa que la mamá no puede salir a trabajar y el único ingreso que hay es el que aporta la abuela, Honoria Soto, que se ha visto en la urgencia de laborar por un escuálido sueldo.

En esas precarias y dramáticas condiciones, sobrevive esta esforzada familia puertomontina. Más todavía, si la enfermedad de la niña requiere de abastecimiento de pañales, medicamentos especiales, además de gas o leña para entibiar la casa, ya que la menor debe también regular su temperatura.

¡Hagamos algo por ellas! Sobre todo, por la dulce y sufrida Alicita, que a sus 5 añitos está enfrentada a un drama tan cruel como el tener un cuadro clínico de varias enfermedades juntas. Pero que no pierde la fe, gracias al amor de su madre y abuela. Y ahora, -confiamos-, más el amor y compasión de sus humanitarios coterráneos.