La invitación que hemos realizado como Cámara Chilena de la Construcción en Puerto Montt al Diálogo de Ciudad 2018 se ha transformado en un gran desafío para todos. Durante su realización contamos con las presentaciones del Índice de Calidad de Vida Urbana (ICVU), a cargo del Dr. Arturo Orellana y con el estudio de entorno urbano para las ciudades de Puerto Montt y Puerto Varas presentado por el profesional de la gerencia de estudios de la CChC, Daniel Serey; ambas presentaciones sirvieron de insumo para que el panel de diálogo en el que estuvieron representados los vecinos, la academia, el colegio de arquitectos, el mundo público y nuestro gremio, pudiéramos sostener un diálogo en torno a las principales necesidades actuales y futuras para el desarrollo de la región. La falta de inversión en infraestructura urbana, la falta de planificación, el centralismo, fueron algunos de los puntos comunes considerados en la conversación, pero el diálogo generado, sin duda, nos llena de optimismo, porque si bien nos hemos dado cuenta de la importancia de contar con una articulación, tan necesaria para trabajar en conjunto, conociendo todas las miradas. Por qué no soñar con un Puerto Montt y un Puerto Varas como ciudades caminables. Los desafíos son grandes; así lo mostró el estudio de entorno urbano presentado en el "Diálogo de Ciudad 2018" y que nos mostró, por ejemplo, que según datos del pre censo del año 2011 en Puerto Montt, el 15 % de sus manzanas están deficientes de luminarias y 81 % de ellas no cuentan con basureros, que se necesitan reparar el 54,9% de veredas o que 2 de cada 20 habitantes no tiene centros de salud a menos de 2,5 kilómetros y según estimaciones de la gerencia de estudios de nuestro gremio basada en los permisos de edificación y datos del censo 2018, se necesitarán dentro de los próximos 5 años la construcción de al menos 10.850 nuevas viviendas para colaborar con el déficit y actual y la demanda por crecimiento poblacional y por migración. Mejorar la calidad de vida es una tarea primordial y para esto la planificación urbana integrada y a largo plazo, en un ambiente de cooperación público-privada, es clave.

Fernando González M.

Presidente CChC Puerto Montt.

Todo el revuelo, preocupación y expectación emanados de la presencia en el canal de Tenglo de Puerto Montt, del barco "Seikongen", transportando 100 toneladas de salmón descompuesto, en importante medida, podría decirse que tiene su justificación en las amargas experiencias pasadas con fenómenos marítimos como la Marea Roja en 2016, que contaminó la productividad del mar, y el vertimiento de gran cantidad de salmones muertos por una Floración de Algas Nocivas.

Fueron, en todo caso, inesperadas y anómalas situaciones, que provocaron una grave crisis social en tantas familias sureñas, que viven de la pesca y la marisquería, como en la comunidad en general, que estuvo privada de ese apetecido alimento en aquellas semanas de incertidumbre y angustia.

Esos negativos recuerdos, inconscientemente, son los que afloran y se asocian ahora con la nave señalada. Sobre todo, porque no ha habido claridad con lo que pasa con esta embarcación. No se ha sabido cuál es su destino ni dónde arrojará finalmente su nocivo cargamento. Una suerte de halo de misterio, por lo menos hasta la tarde de ayer clarificado en parte, que ha contribuido a crear un clima de intimidación y de alarmantes conjeturas ciudadanas, que han sido expuestas también en las redes sociales, incrementando las dudas en torno al tema.

Sin embargo, particularmente, la preocupación es más intensa en la gente que se gana el sustento trabajando en el mar y que, por nada en el mundo, quiere volver a padecer las duras aflicciones que le significaron las pasadas contaminaciones marinas por algas tóxicas.

Tristes vivencias que les hace a ellos exigir hoy a las autoridades el retiro del "Seikongen" de aguas locales y el conocimiento cabal de lo que ocurrirá con los desechos salmónidos. Todo esto, en orden a la máxima protección medioambiental en las costas sur australes y del territorio en su integridad. Lo que debe estar asegurado protocolar y normativamente, y así la productividad sea un verdadero progreso social y ecológicamente sustentable.