Los temores, la inseguridad y la indignación que hace un par de décadas asolaron a Chiloé, resurgieron en la isla. Rubén Darío Millatureo Vargas (55), conocido como el "chacal de Queilen", el mismo que asesinó y ocultó en su domicilio a tres personas, y que inicialmente fue sentenciado a pena de muerte, salió de la cárcel.
Como un verdadero zarpazo, calificaron esta situación los familiares de las víctimas. Incluso, los propios parientes del delincuente manifestaron su oposición a tal medida. No dudan en señalar que es peligroso. Hasta se atreven a decir que sus propias vidas pueden estar en riesgo.
La Comisión de Libertad Condicional de la jurisdicción de Valdivia, en su primera sesión del año realizada el 2 de mayo, analizó las solicitudes de 166 condenados que buscaban salir de la prisión. Y dentro de las 152 que se aprobaron estaba la de "Rubencito", como es conocido este homicida.
De acuerdo a la información entregada por la Dirección de Comunicaciones del Poder Judicial, después de cumplir 20 años de reclusión, quien se encontraba interno en el Centro de Estudio y Trabajo (CET) de Osorno, postuló a este beneficio.
Requisitos
Junto con permanecer el tiempo requerido para optar a la libertad, otros requisitos que cumplió Millatureo fue presentar una conducta intachable en el penal, haber aprendido bien un oficio (es artesano) y asistir con regularidad a la escuela del establecimiento penal.
Por ley, quien satisfaga estas condiciones puede salir al medio libre, sin mediar informes sicológicos o sociales que permitan analizar si está apto para reinsertarse en la comunidad o si tiene arraigo familiar.
Estas circunstancias cobran fuerza en la situación del isleño, ya que como confirmaron fuentes ligadas al caso, en todo el tiempo en que estuvo interno tanto en la cárcel de Castro, en Colina 2, en el Complejo Penitenciario Alto Bonito de Puerto Montt y en el penal osornino, nunca recibió visitas de parientes directos.
Más allá de esta distancia, la decisión judicial de liberar a Millatureo llamó la atención de los familiares de las víctimas.
Clotilde Macías, madre de María Gabriela Formantel (26), no conocía esta resolución y junto a manifestar su sorpresa, recalcó que "todo esto es culpa de la justicia, no puede ser que este delincuente que asesinó salvajemente a mi hija esté en la calle".
La comerciante, que vive a menos de 25 metros del lugar donde ocurrieron los crímenes, reiteró su decepción, apuntando que "los jueces echaron a la calle a un asesino. Están fallando, no se valoró todo el daño que provocó en las familias. Quedamos destrozados y ahora este sujeto está en la calle... Es un asesino vestido con piel de oveja".
Tampoco se explica esta vecina las escasas medidas que se requieren para conseguir la libertad, considerando que "Rubencito" inicialmente fue condenado a pena de muerte y dos presidios perpetuos.
Tampoco descarta otro asesinato Heraldo Reyes, hermano del vendedor que fue ultimado también a hachazos por el "Chacal de Queilen", expresando que la inseguridad se grafica en la incertidumbre de su rehabilitación. Igual duda que pueda reinsertarse y menos conciliarse con la sociedad. "Fueron tres muertes que tenía programadas... Además, yo podía haber sido el cuarto. Nos dijeron que era cadena perpetua la sentencia, pero en 20 años queda libre. No puede ser así, asesinar a sangre fría y tras pasar unos años en la cárcel, salir a la calle", reflexionó.
Igual de preocupados se mostraron algunos familiares de Millatureo en Queilen. Resguardando sus identidades, dos parientes reflejaron el impacto de esta noticia.
"Esto es demasiado grave", acotó de entrada una de ellas, añadiendo que pensaba que iba a cumplir toda la pena privado de libertad. Es más, especificó que "con los crímenes que cometió lo justo hubiese sido que permaneciera para siempre en la cárcel".
Su madre tiene la misma opinión, calificando como "terrible" la seguidilla de asesinatos que les provocó un cambio total de vida. Incluso, las dos queilinas sostuvieron que para intentar paliar en parte el impacto de los homicidios, se refugiaron en la iglesia, buscaron el consejo de sacerdotes.
"No queremos que se acerque... ni pensar que venga", aclararon, justificando el hecho que nunca lo visitaron en prisión "por la vergüenza y el dolor que provocó, no sólo a los cercanos a las víctimas, sino a todos nosotros, al pueblo", aseguró.