El porcentaje promedio nacional de lactantes y preescolares en situación de pobreza por ingresos y multidimensional que no asiste a la sala cuna y al jardín infantil es de un 66% y en nuestra región de Los Lagos ese número llega a un 78%.

Esto significa que sólo 22 pequeños de cada 100 está siendo estimulado, socializado, capacitado para la vida, en una etapa en que sus cerebros son como esponjas.

Está comprobado que uno de los instrumentos más efectivos para la lucha contra la desigualdad educativa es la educación parvularia. Como bien dijo la subsecretaria del ramo, María José Castro, "esta etapa es la verdadera educación superior". Por eso, cuando se habla de los niños primero, esta es una cuestión central.

Bajo el proyecto de aumento de cobertura llamado Meta Presidencial, Chile tiene los cupos, las matrículas, para todos los lactantes y párvulos, pero el criterio para construir establecimientos ha sido donde haya terrenos municipales disponibles, no donde estén las familias con lactantes y párvulos. ¿Resultado? Amplias zonas donde no existen salas cuna ni jardines y otras donde sobran y se subutilizan.

A esta mala distribución de la oferta, se agrega el problema de la calidad de los establecimientos. Y no se trata de lo buenas y bonitas que sean las cunas, las sillas y los pupitres; de lo que hablamos es de currículums y de educadores, de qué y cómo y quién cuida, estimula y enseña a los chilenos más pequeños, en particular a los más vulnerables.

La Casen 2015 entrega el porqué las familias no llevan a sus niños a las salas cuna y jardines infantiles. La principal razón es "lo cuidamos en la casa", seguida de "no me parece necesario que asista a esta edad". Hay otras como desconfianza, incapacidad económica, lejanía del establecimiento.

Invitamos a todos los que habitan nuestra hermosa región a involucrarse con esa vida que se forma, apoyando la tarea de nuestras salas cuna y jardines infantiles, para que no sean 22 de 100 los niños y lactantes que acceden a la verdadera educación superior, sino la mayoría.

Que terminar con la pobreza, te mueva tanto como tus propios.

Oriana Cañas, directora ejecutiva del Hogar de Cristo Los Lagos - Los Ríos.

Asu natal Puerto Montt retornó hace unos días la destacada científica María Inés Barría, quien gracias a su trabajo de investigación asegura haber encontrado el tratamiento indicado para sanar a las personas infectadas con el temido e incluso letal virus Hanta. Sin embargo, no todas son buenas noticias. En nuestra edición de reportajes "Domingo", la microbióloga contó en una entrevista su lucha por conseguir el financiamiento que necesita y así ampliar sus estudios en seres humanos. El fin es poner al alcance de la humanidad su descubrimiento. Sencillamente, salvar vidas. ¿El costo? Un millón y medio de dólares para levantar el proyecto y otros mil dólares por cada dosis de la medicina a experimentar en pacientes humanos.

Sólo el año pasado, 90 personas se contagiaron en Chile. De ese total, 26 perdieron la vida, sin tener al alcance una forma de tratar su enfermedad. Seis de ellos vivían en la Región de Los Lagos.

¿Por qué no consigue el financiamiento? La respuesta de la científica es elocuente: "El problema del Hanta es que es una enfermedad 'huérfana'. Eso significa que no genera incentivo a la industria farmacéutica", sentenció. Resulta indignante conocer este tipo de realidades, no sólo porque se pone en evidencia cómo el valor de una vida humana se transa en el mercado, sino porque aún en la memoria está fresco el despilfarro de platas en el denominado Pacogate. A la fecha, la Fiscalía ha detectado más de 27 mil millones de pesos sin justificar. Esa plata alcanzaría para cubrir cerca de 30 veces el millón y medio de dólares que requiere la microbióloga. Qué decir de otras camionadas de plata que se perdieron en Chile: Inverlink, MOP-Gate, Davilazo, caso Chispas, Eurolatina... a vuelo de pájaro, entre todos, se esfumaron cerca de mil 900 millones de dólares. Sí, de dólares.

Es de esperar que, ya sea en Chile o el extranjero, estos dineros puedan ser reunidos a tiempo. En pleno Siglo XXI es aberrante que el mercado diga qué persona debe ser sanada y cuál no.