Con la recepción de algunas cartas en nuestro Diario El Llanquihue, en las recientes semanas, referidas a la altura del Puente Chacao que impediría el paso de los grandes cruceros internacionales que recalan en Puerto Montt en cada temporada, este importante tema -cada vez más preocupante- se reflota, por cuanto fue también motivo inquietante en los últimos años, sin que surgiera la esperada consistente aclaración.

En su oportunidad, tanto el alcalde de Puerto Montt, Gervoy Paredes, como la Cámara de Comercio, Industria y Turismo, alzaron sus voces proclamando el desasosiego y dudas al respecto. Así como también el Ministerio de Obras Públicas, las veces que El Llanquihue le inquirió sobre esta problemática, la descartó, desestimando cualquier escenario negativo.

Según el proyecto, la altura del puente sobre el mar del canal de Chacao, en su sector más encumbrado alcanzaría a los 59 metros. Lo que impediría el paso de los grandes barcos cruceros, que en su mayoría superan los 60 metros de envergadura, en el marco de una tendencia futura a la construcción de estas naves cada vez más grandes. El caso también motivó el llamado de algunos oficiales cruceristas extranjeros a reconsiderar la altura mayor del puente, para no afectar la navegación de las meganaves, que con esa limitante no vendrán al sur y disminuirán asimismo su arribo a la zona central del país, según reiteraron.

Las autoridades del nivel comunal y regional, al reconocer esta grave problemática que presenta la obra del puente Chacao, en años recientes, mostraron también su interés en plantear la inquietud al comité técnico y político del proyecto.

Hoy por hoy, lo concreto es que están por comenzar de lleno, este año, las faenas de construcción del gran puente que unirá el continente con el archipiélago de Chiloé. Frente a lo cual, muy conveniente sería conocer de primera fuente la realidad sobre la altura del viaducto y sus repercusiones sobre la industria de cruceros turísticos globales.

Hoy vemos con preocupación como una nueva universidad, esta vez una acreditada, inicia su proceso de cierre. Los principales perjudicados son los estudiantes, sin embargo, el responsable es el sistema en su conjunto. Un sistema que ha operado por más de 35 años y que da muestras de ineficiencia y agotamiento sin retorno.

Tenemos una nueva ley de educación superior que aborda parte importante de las deficiencias y que introduce elementos de control hoy inexistente pero muy necesario, y que ha generado más de una preocupación. La implementación de esta nueva ley sin lugar a dudas constituye uno de los principales desafíos que deberá enfrentar el nuevo Ministro de Educación, y de ello dependerá los resultados que obtengamos, y respecto de los cuales existe gran expectativa. El éxito en la concreción y permanencia de un proyecto educativo se da sobre la base de tres aspectos fundamentales; contar con estudiantes motivados, lo cual se garantiza a través de un inteligente proceso de admisión que hoy no tenemos en el país; tener profesores asociados a una carrera docente que les entregue los aspectos que permitan su desarrollo, capacitación y en definitiva su realización como académicos, y finalmente la buena gestión de la institución garantizada por un equipo profesional comprometido, eficiente y conocedor de la administración universitaria. En nuestro país los fracasos de instituciones de educación superior se dan fundamentalmente por la falla en el tercer elemento, la gestión. La administración resulta extremadamente compleja, incorpora elementos intangibles que no están presentes en otras instituciones, el éxito depende fundamentalmente de la motivación y el aporte de la persona que recibe el servicio, el estudiante; el buen desempeño y el compromiso de los profesores que lo otorgan, el desarrollo integral de la institución a través de la vinculación con el medio y la investigación, y finalmente la capacidad de otorgar estudios de post grado de calidad que permitan la formación continua de sus estudiantes. Todo lo anterior para cumplir con la misión y visión para mantener un proyecto académico en el largo plazo.

Santiago González Larraín.

Rector Universidad Central de Chile.