Siguen pasando los años y en Puerto Montt continuamos siendo vulnerables -¡qué paradoja!- frente a la intensidad de las lluvias. Porque cada vez que arrecian los aguaceros, nunca faltan los sectores que se inundan y que causan daños e incomodidades a la población, como acaba de suceder con los recientes molestos anegamientos registrados en el sector de las calles Antonio Varas con Ancud, en Angelmó y en algunos puntos de las altas terrazas.
Se supone que Puerto Montt, por esencia e historia, es la ciudad "reina de las lluvias" o la ciudad "donde la lluvia se hace canción", entre otras denominaciones relacionadas con esta húmeda característica sureña. O sea, que debería estar adecuada y asimilada al fenómeno de la lluvia. Sin embargo, no es así. La capital regional padece de inundaciones desde hace muchos años, que se tornan más problemáticas cuando se producen en la zona céntrica, donde el tráfico peatonal y vehicular es más intenso. Y cada vez que ocurren, la primera reacción es reiterar lo siempre prometido: los proyectos referidos a la renovación del sistema de evacuación de las aguas lluvias de la ciudad puerto. Una restauración que no se deja de esperar con santa paciencia.
Es normal que estropicios semejantes, provocados por la lluvia, se afronten y sufran en otras urbes de climas secos que no están preparadas para semejantes precipitaciones. Pero es anormal e injustificable, que influyentes ciudades como Puerto Montt -nacidas en la lluvia y desarrolladas con la lluvia- no estén aún preparadas para convivir amistosamente con ella, neutralizando cualquier exceso sin mayores inconvenientes. Algo no encaja.
Confiamos en que este 2018 pueda ser el punto de partida de las soluciones que tanto se aguardan para los periódicos anegamientos, causados por las lluvias que se acumulan, sin salida, en áreas urbanas habituales.
Tengamos presente que Puerto Montt es un polo atractivo turístico cada vez más fuerte. Y que está bien que ofrezca la variedad de sus lluvias, pero que está muy mal "ahogar" a las visitas.