Esta noche es Nochebuena y mañana es Navidad. ¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a la gente de buena voluntad! Junto al Pesebre de Belén, que adorna plazas y tantos rincones y hogares de la ciudad, palpita -cual estrella guía de los reyes magos- ese sentimiento de amor y adhesión por la Navidad. Y esos profundos anhelos de paz y armonía para todos.
Bendita fiesta que recuerda el nacimiento del Niño Dios en un modesto establo del pueblito de Belén. En un infinito gesto de amor divino hacia la humanidad y su destino de salvación.
Desde Puerto Montt, con su tradicional pesebre, el abuelo pascual con sus renos y el árbol navideño, nos aprestamos a recibir la Nochebuena, junto con los regalos propios de la fecha, con las mejores intenciones de renacer también cerca del celestial bebé. Impregnados del propósito de ser mejores, a la vera del amor fraterno, la dimensión solidaria, la convivencia afectiva y respetuosa, la intención de superarse en mutua ayuda… De avanzar iluminados por ese Nacimiento, que nos enseña la humildad, la vida austera, la prudencia, el respeto y la preocupación por el prójimo que sufre.
De manera que, a través del cultivo de esa ecología espiritual, podamos afirmar el día de mañana que, de verdad, Nochebuena y Navidad de 2017 hicieron posible el mayor regalo que pudiéramos obtener: hacernos mejores personas, desde el milagro de la oración y la fe. Ya sin las ataduras de la esclavitud de nuestros propios egoísmos y la ceguera de pasiones que empequeñecen. Verdaderamente libres para la generosidad, construir, colaborar, corregir, restaurar, elevar, alentar, soportar, unir. Dar amor, perdonar y pedirlo cuando sea menester. Y con el Niño de Belén siempre en el corazón.
"Les invito a detenerse ante el pesebre, porque allí nos habla la ternura de Dios. Allí se contempla la misericordia divina que se ha hecho carne, y que enternece nuestra mirada". Palabras del Papa Francisco sobre la Navidad. El mismo que visitará a Chile en enero, ansioso de abrazarnos.