Lo que partió como un problema medioambiental, derivó en una preocupación de salud, trajo graves consecuencias económicas-laborales para todos aquellos ligados a la extracción de productos del mar y terminó en una crisis social transversal de nuestras provincias.
Fue un ataque silencioso y mortal a la base del sustento de vida para mucha gente y que no encontró respuesta a tiempo de un Poder Ejecutivo, que en la calle se percibe como indiferente y que tuvo como ejemplo principal las imágenes de la Presidenta Bachelet de gira por el primermundo europeo, mientras que en el sur, de los mitos y leyendas, miles de personas sufrían con desabastecimientos de todo tipo.
Sobre el escenario de la tragedia, el Gobierno eligió como actor principal al titular de Economía, Luis Felipe Céspedes. Un rol principal que durante su primera estadía sólo vino a repetir el ofrecimiento que ya se había hecho a nivel central y que no satisfacía a las demandas locales. Debió devolverse a Santiago, sin llegar a buen puerto. El primer acto terminó mal.
Ante la radicalización del movimiento, desde la capital volvieron a enviar a Céspedes como el líder de un equipo capitalino que empezó a "robar cámara" en la Intendencia, mientras las autoridades locales -totalmente desplazadas- se quedaron sin poder de decisión. La versión oficial es que cambiaba la "vocería", pero lo que al final queda en la retina fue otra cosa: del intendente, la seremi de Economía y el seremi de Gobierno, nunca más se supo y se perdieron en sus actuaciones de reparto. En medio de los diálogos, los hombres de mar invisibilizaron el aporte de Céspedes y se transformó en un "interlocutor válido". Segundo acto en punto muerto y los espectadores presenciaban una obra confusa y que sólo auguraba tragedia.
13 días después del inicio del caos, la Presidenta -obligada por la debacle de la obra- debió echar mano a nuevos argumentos y dotar de superpoderes a su actor principal. Céspedes cuenta desde ayer con el título de "ministro coordinador". Investidura que, más allá de acuerdos informados ayer -que ya estaban avanzados hace un par de días y no sorprendió a nadie-, parece una decisión extemporánea, lejos de las necesidades de toda una región que clamaba por resoluciones más rápidas y efectivas.
A partir de ayer en la tarde, el mismo que ha ocupado desde hace dos semanas un papel de antagonista para los pescadores y otros afectados de la crisis, deberá convertirse ahora, en este tercer acto, en el héroe que se reconvierta a tiempo para evitar la debacle total. Pero "a tiempo" es un decir, porque incluso si hoy se levantaran todas las movilizaciones, el daño profundo a la sociedad ya está hecho. Empezó con la estrategia de dividir para vencer y ahora no queda más que sentarse a ver el último acto, con la esperanza de que el final tenga un desenlace menos terrible del que se vislumbra.