En la localidad de Mañihueico, distante a 50 kilómetros de Puerto Montt, está el último maestro de ribera, de las tradicionales lanchas chilotas. Allí, don Jaime Gallardo, se toma su tiempo para dar forma a este ícono de la conectividad del sur, que por años acercó poblados y transmitió el espíritu de los hombres de mar, y que inspiró a los pintores de Angelmó que plasmaron en una tela, los sentimientos que llevan consigo las lanchas veleras.
En la actualidad, don Jaime construye lanchas por encargo, de empresarios que quieren darse el gusto de navegar en ellas, y las llevan a sus casas de veraneo en los lagos de la zona; pero aquello no alcanza para contagiar a empresarios locales o autoridades, para invertir en estas lanchas, y volver a ver sobre las aguas del Canal de Tenglo por ejemplo, a las tradicionales lanchas. Puerto Montt debe recuperar para la reconstrucción de nuestra historia reciente y como un valor agregado para el turismo, a sus lanchas veleras. El municipio cuenta con una de ellas, y la destina a la educación de los alumnos de las escuelas municipales, quienes aprenden a bordo de ella, su trascendente rol en la conectividad de las islas y las zonas apartadas con el continente. Pero en materia turística hay una deuda. Y si queremos potenciar dicha actividad, transformando a esta capital regional y sus alrededores en un destino y no sólo en un paisaje o un mercado como Angelmó, debemos fortalecer el relato, con historia e íconos como las lanchas chilotas.
Por lo pronto, don Jaime, en Mañihueico, está empeñado en sacar adelante un pequeño museo que está armando con modelos a escala, y con los secretos que hay tras la elaboración de estas verdaderas joyitas. Iniciativa que debiera contar con el apoyo de organismos de cultura y turismo, brindándoles los recursos necesarios para contribuir a esta construcción de identidad. Pero paralelamente a ello, empresarios y autoridades, debieran unir voluntades para proyectar el turismo de la zona de la mano de símbolos como el descrito, que son parte de nuestras raíces.
Vayamos al rescate de las lanchas veleras, aprovechemos el invaluable conocimiento de carpinteros como don Jaime, y aportemos a recuperar aquella imagen tan típica de nuestra costa y que da sustento al nombre que nos distingue.