No obstante los modernizadores avances materiales que comienzan a emerger en distintos sectores de Puerto Montt, lo que sin duda es alentador, lamentablemente también debemos resignarnos a reconocer que, por otro lado, continuamos en etapa de subdesarrollo y deshumanización, cuando nos vemos enfrentados a tristes realidades como la de la sobrevivencia de 150 personas, coterráneos nuestros, en el basural de Lagunitas, donde rescatan cada día algunos elementos que comercializar y así aportar a su limitado sustento.
Se trata de familias puertomontinas, gente nuestra, que por su agudo estado de vulnerabilidad, se ven obligadas a aferrarse de lo que puede entregarles ese vertedero (incluso como lugar de habitación). Dura y sacrificada tarea en la que deben soportar las más increíbles condiciones de insalubridad, nauseabundo ambiente y exposición al contagio de enfermedades.
¿Es que no hay otras oportunidades de trabajo más humanas y dignas para ellos? ¿Qué pasa con el mundo político que pregona estar al servicio público y en especial de los más necesitados?
La equidad y el combate a la pobreza debe dejar de ser un frívolo eslogan, para encarnarse en una verdadera gran prioridad social nacional, que de una vez por todas acabe con los humillantes e inhumanos campamentos y con la degradante sobrevivencia de chilenos aferrados a lo que pueda surgir de insalubres y contaminantes basurales.
¿Es eso vida humana? ¿Cómo se puede dormir tranquilo con tamaño peso de conciencia, por permanecer indiferentes y no hacer nada por esos sufridos compatriotas?
Al ponerse en marcha el relleno sanitario de La Laja en Puerto Varas, para la zona, el 8 de febrero próximo, deberá cerrar el de Lagunitas. Lo que significa que esas 150 personas, que dependen de ese vertedero, quedarán sin poder ganarse el sustento. Es el momento, entonces, de ocuparse de esas humildes familias. De planificar y otorgarles una opción de vida más decente y decorosa, que las haga sentirse mejor y orgullosas de habitar en un país y una ciudad como Puerto Montt, donde llegado el momento se demuestra el verdadero gran corazón del porteño.