Qué lamentable y vergonzoso espectáculo fue el visto recientemente para la definición del título del fútbol profesional chileno en Valparaíso, que ni siquiera se disputó por las mismas causas de la espeluznante refriega que protagonizaron en la cancha furibundas hordas de delincuentes y enajenados espectadores, que se agredieron con todo lo que encontraron a mano y para lo cual también destruyeron parte del estadio.
Además de los imperativos de un mayor control policial en los escenarios futbolísticos, sobre todo en las grandes definiciones, y de más rigor judicial punitivo con los culpables de estos excesos, lo más preocupante es que no se puede evitar reconocer que estas específicas expresiones de odio y violencia no son más que el reflejo de la sociedad dividida, desconfiada, agresiva, intolerante y egoísta que en la actualidad conformamos. Decadencia alimentada, en especial, por situaciones de corrupción e injusticias sociales, entre otros lacras nocivas por todos conocidas.
Sin duda alguna, que frente a cruentos hechos delictivos, como el de los estadios, que tanto nos avergüenzan a los ojos del mundo (por la instantaneidad multimediática en boga), la intervención preventiva de las policías es clave.
Sin embargo, si nos detenemos en las causas de raíces sociales de estos manchones de vida, de esta miseria humana, concluiremos que no son más que las heridas de una sociedad gravemente enferma, que requiere con la mayor urgencia de un tratamiento a fondo de recapacitación, de reflexión, de detección de sus falencias, de voluntad de cambio de actitud, de descubrir la capacidad de perdonar, de obtener una madurez solidaria y de inyectarse de una férrea convicción de unidad, para salir adelante en la vida y en la historia en un marco de armonía constructiva y de verdadera grandeza nacional.
El día en que entendamos que aunando voluntades, en respetuosa convivencia, podemos llegar más rápido y mejor a los objetivos de progreso para todos, -sin odios ni mezquindades-, no sólo podremos asistir tranquilos, alegres y en familia a los estadios, sino que también llevaremos una existencia más feliz en nuestros hogares y trabajos.