Visión, planificación y colaboración
Tomás Cortese. Director Ejecutivo Fundación Plades.
En el mundo, temáticas como el crecimiento, planificación y progreso de las ciudades se encuentran entre las prioridades de la agenda de desarrollo sostenible de Naciones Unidas -¿por qué?- Porque el 54% de la población mundial vive en zonas urbanas y se prevé que éste número aumentará a un 66% para el 2050. Con la finalidad de que nuestras ciudades crezcan siendo espacios de bienestar, desarrollo, seguridad y amigables con el entorno, este gran invento humano requiere de un nivel de planificación y articulación de actores que presenta cada vez mayores niveles de dificultad. Necesitamos ejercitar aquel músculo que nos permita engranar con sentido y visión las inversiones en infraestructura, turismo, comercio, medio ambiente, educación, etc. En todo esto el correcto engranaje público-privado juega un rol central. Si esto no se da, arriesgamos ciudades improvisadas, con agendas paralelas en donde público y privado compiten por recursos y causas, lo que rápidamente se traduce en infraestructura inadecuada, segregación, problemas ambientales y proyectos herméticos de poco valor agregado; una nube de iniciativas sin una hoja de ruta clara y consistente. Para que esta relación sea virtuosa es vital contar con un plan maestro que sea transparente, participativo y conocido por todos. Ello permite que los intereses de todos sean expuestos y armonizados. En Frutillar estamos ad portas de la ejecución de un conjunto relevante de obras de infraestructura y equipamiento, las que están articuladas por el "PLADES", un plan maestro que proyectó el crecimiento urbano entre el 2013 y el 2030.
En tanto, en la región estamos en un momento clave para nuestras principales ciudades, las que están siendo presionados por un crecimiento demográfico e inmobiliario sin precedentes. Mientras se hacen planes y toman acuerdos para que las inversiones públicas se concreten, es clave que los actores privados grandes y pequeños miren el conjunto de la ciudad con generosidad y visión de futuro, siempre buscando articularse y agregar valor al colectivo. Tal como es esperable mayor claridad y agilidad en el sector público para movilizar acuerdos e inversiones, los privados tienen una oportunidad única para liderar en sus ámbitos, buscando impactar positivamente el futuro colectivo.
Miguel Á. Martínez Meucci. Dr. Conflicto Político y Procesos de Pacificación. Carrera de Administración Pública UACh.
Inmigración e impacto sociodemográfico
Censo de 2017 evidencia una importante tendencia sociodemográfica: no sólo el número de los extranjeros en Chile, sino también su proporción con respecto al total de la población se ha incrementado significativamente durante los últimos años. Un total de 746.465 personas registradas en el censo afirmaron haber nacido en otros países, lo que significa un 4,35% de los habitantes del territorio nacional. En 2002 el porcentaje de extranjeros era de sólo 1,27.
Este repunte se ha acelera cada vez más. Según estimaciones del Departamento de Extranjería y Migración divulgadas por el presidente Sebastián Piñera en abril de 2018, para el 31 de diciembre del año pasado los extranjeros en Chile eran casi 1.120.000 (6,1% de los habitantes), calculándose además en 300.000 los que se encuentran en situación ilegal. Casi 2/3 del total de extranjeros (62,9%) estarían ubicados en la Región Metropolitana.
Por otro lado, el 81% de quienes declararon en el censo haber nacido en otras naciones provienen de 7 países latinoamericanos: Perú (25,2%), Colombia (14,1%), Venezuela (11,1%), Bolivia (9,9%), Argentina (8,9%), Haití (8,4%) y Ecuador (3,7%).
Estos flujos migratorios indican que Chile, a pesar de las dificultades que sigue afrontando para profundizar su desarrollo, se ha constituido como un destino cada vez más atractivo, especialmente para muchas personas de la región que consiguen aquí seguridad, empleo y calidad de vida en términos que las naciones vecinas difícilmente pueden igualar. Si estas tendencias se consolidan en los próximos años el porcentaje de extranjeros podría acercarse a cifras más propias de los países miembros de la OCDE, dado que una de las consecuencias del desarrollo es, precisamente, la mayor llegada de inmigrantes.
La inmigración es al mismo tiempo una gran oportunidad y una realidad compleja que requiere una acertada gestión pública. Educar para comprender este proceso, así como construir amplios consensos públicos sobre los criterios más oportunos para manejarlo, son tareas primordiales e ineludibles para afrontar la realidad inminente de un Chile más diverso y plural.