Todo el revuelo, preocupación y expectación emanados de la presencia en el canal de Tenglo de Puerto Montt, del barco "Seikongen", transportando 100 toneladas de salmón descompuesto, en importante medida, podría decirse que tiene su justificación en las amargas experiencias pasadas con fenómenos marítimos como la Marea Roja en 2016, que contaminó la productividad del mar, y el vertimiento de gran cantidad de salmones muertos por una Floración de Algas Nocivas.
Fueron, en todo caso, inesperadas y anómalas situaciones, que provocaron una grave crisis social en tantas familias sureñas, que viven de la pesca y la marisquería, como en la comunidad en general, que estuvo privada de ese apetecido alimento en aquellas semanas de incertidumbre y angustia.
Esos negativos recuerdos, inconscientemente, son los que afloran y se asocian ahora con la nave señalada. Sobre todo, porque no ha habido claridad con lo que pasa con esta embarcación. No se ha sabido cuál es su destino ni dónde arrojará finalmente su nocivo cargamento. Una suerte de halo de misterio, por lo menos hasta la tarde de ayer clarificado en parte, que ha contribuido a crear un clima de intimidación y de alarmantes conjeturas ciudadanas, que han sido expuestas también en las redes sociales, incrementando las dudas en torno al tema.
Sin embargo, particularmente, la preocupación es más intensa en la gente que se gana el sustento trabajando en el mar y que, por nada en el mundo, quiere volver a padecer las duras aflicciones que le significaron las pasadas contaminaciones marinas por algas tóxicas.
Tristes vivencias que les hace a ellos exigir hoy a las autoridades el retiro del "Seikongen" de aguas locales y el conocimiento cabal de lo que ocurrirá con los desechos salmónidos. Todo esto, en orden a la máxima protección medioambiental en las costas sur australes y del territorio en su integridad. Lo que debe estar asegurado protocolar y normativamente, y así la productividad sea un verdadero progreso social y ecológicamente sustentable.