De tanto en tanto, es imperioso insistir en la integración de Tenglo al incontenible progreso que va experimentando Puerto Montt. Sobre todo, porque en los últimos años han surgido planes de desarrollo turístico para la zona de acceso en la puntilla de la isla, incluyendo el recinto de la gran cruz en su cima. Una consideración que es vital, para acometer, por fin, ese antiguo anhelo de superación insular.
Sin embargo, dentro de esos proyectos, -particularmente de acuerdo al clamor de residentes isleños que han enviado cartas a nuestro matutino-, es prioritario no olvidar incluir a quienes habitan en el sector sur de Tenglo, canal adentro. En especial, porque se trata de un área vecinal plena de carencias y casi en desamparo. Muy lejana a los avances que se palpan en la capital regional.
Allí la gente no dispone de los mínimos servicios básicos, como el retiro de basuras; no hay posta médica ni un reguardo policial preventivo ni sistema de protección vecinal contra incendios o ante algún desastre natural, como ocurrió con los temporales de invierno que derribaron un casa en el borde costero. No existen servicios, plazas de juegos o canchas deportivas. Tampoco poseen -en ese lugar de la isla- muelles o rampas adecuadas a ambos lados del canal, para que los tenglinos puedan cruzarlo en precarios botes y desembarcar gracias a una endeble banca de madera. Ellos sueñan, por tanto, con embarcaderos adecuados, donde emplear embarcaciones de mejor calidad y con la seguridad indispensable. Lo que se hace más urgente en jornadas de temporales, cuando deben atravesar ancianos y niños para ir a consultorios y escuelas de la ciudad.
No es digno que en pleno siglo XXI, en esas postergadas comunidades de Tenglo, tan cercanas al modernismo puertomontino, tengan que llevar a enfermos y ancianos en carretillas de mano de uso en construcción, desde sus casas al bote, entre piedras y arena en baja marea, como han revelado lectores nuestros de esa olvidada zona sur de la isla, donde los adelantos deben ser para todos.