Constantino Kochifas Cárcamo, el esforzado capitán que abrió la navegación austral al mundo
TRANSPORTE MARÍTIMO. De comienzos humildes en Chiloé, logró forjar un negocio comercial, industrial y turístico que prestigia a la región a nivel internacional.
Francisco Coloane decía: "Cada vez que entro al mar, soy como un bote, salgo de espaldas nadando a remazos, con la quilla de mi espina dorsal y me levanto gracias al dios-mar sin revolcones. (…) Llevo el mar adentro".
Así como el renombrado escritor fue un avezado marino, autor, entre otras novelas, de "El último grumete de la Baquedano" (1941), también se podría decir de Constantino Kochifas Cárcamo que llevó el mar en la sangre.
Ambos compartieron la misma tierra natal, Quemchi, y la misma pasión por la navegación en el sur austral; sin embargo, fue este último, descendiente de griegos, quien se despidió haciendo lo que mejor sabía: comandar un buque rumbo a las gélidas aguas que, de manera pionera, abrió al turismo internacional.
Nació el 2 de enero de 1931 en Nayahué, sector de la isla Butachauques, al noroeste del Archipiélago de Chiloé. Sus padres fueron el inmigrante griego Anestis Kochifas Kutras y la chilota Mariana Cárcamo Ruiz. Su progenitor, nacido en la ciudad de Kavala, arribó a Chile en 1924, escapando de la pobreza que provocó la Primera Guerra Mundial.
Constantino fue el tercero de seis hermanos, en una familia que, con mucho esfuerzo, logró salir adelante en tiempos complejos. Así lo relató el propio emprendedor en una entrevista que concedió al escritor Pablo Huneeus.
"Mi padre era un griego que llegó en 1934 a Puerto Montt vendiendo mercadería (ropa usada, géneros e hilos). Recorriendo Chiloé con su maleta, fue a dar a la isla Chauques, donde se enamoró, tuvo hijos, cultivó un campito e instaló un almacén. Ocho años más tarde falleció mi madre y le vino la ruina. Perdió toda su fortuna y volvió viudo a Puerto Montt. Vino a trabajar como mayordomo en un vivero y allí teníamos que caminar una hora hasta la escuela de Puerto Montt", contó.
Una decisión arriesgada
Tenía sólo 13 años cuando, un día de noviembre, al volver de la escuela junto a un hermano, le dijo a su padre que trabajaría para ayudar en la casa y que no estudiaría más.
Comenzó a trabajar como obrero en el vivero de Quipedos. "Empecé a trabajar ahí seleccionando mariscos, de tal manera que me ganaba el sustento y también ayudaba a la caja. Hicimos una caja de ahorros, mejor dicho, un cajón de tablas enzunchadas clavado en la pared. A esa caja iba todo el excedente que teníamos, luego de comprar víveres para la casa y ropa".
Con los ahorros obtenidos, adquirió junto a sus hermanos su primera modesta embarcación. "Era chica, tenía un pequeño motor Gray a bencina, de cuatro cilindros y 16 caballos. Nosotros no teníamos idea de motores y para hacerla andar movíamos las manillas y si andaba, andaba, y si no…".
Como su padre sabía tejer redes, empezaron a dedicarse a la pesca de manera muy artesanal. Obtuvieron ahorros suficientes para comprar una nueva lancha de 13 metros, que funcionaba con el motor de un auto.
A punta de esfuerzo
Pronto hubo dinero para comprar dos lanchas más, la "Sarconcha" y la "Afrodita", que fueron destinadas a la pesca artesanal de merluzas y al transporte de mariscos. "Por aquellos años, empezamos a hacer fletes para los viveros del canal de Chacao", contaba Constantino, quien además recordaba cómo se amanecían pescando, a merced del frío y el implacable clima del sur.
Luego vendría una embarcación más preparada para afrontar las faenas, la "Atenas", que permitió mover mariscos a mayor escala para los viveros. Con el mayor movimiento, hubo posibilidad de contratar empleados, buzos y equipamiento para llevar a cabo las labores y los fletes, que se extendieron hacia Aysén.
En 1950 inauguraron la lancha "Cábala", con mayor capacidad de carga y, a los 20 años, Kochifas fundaba la empresa Demóstenes Kochifas y Cía. Ltda., dedicada al cabotaje entre Puerto Montt y Puerto Aysén.
Huneeus cuenta que, cuando conoció a Constantino y lo entrevistó para uno de sus libros, este era sólo un lanchero empeñoso de Chiloé. "Entonces, cuando en dos líneas figuraba en Las Páginas Amarillas bajo el rubro 'transporte marítimo', se le conocía en Chiloé como fletero ocasional del ganado que salía de Chaitén, y habilitador de buzos mariscadores prestos a reventarse los pulmones en caletas perdidas", recordó.
Primer crucero
A fines de la década de 1970, Constantino decidió diseñar la primera nave turística para abrir una ruta hacia la Laguna San Rafael, la cual dedicó a su esposa Mimí.
A los 46 años, el empresario que se había forjado a sí mismo ya contaba con tres barcos de cabotaje en los canales del sur, un astillero donde construía un buque con capacidad para 60 turistas, cinco camiones, un vivero de ostras, una maestranza, ocho lanchas pesqueras, 40 botes mariscando a la vara, una organización que daba trabajo a cerca de 400 hombres, una casa de dos pisos recién terminada, estaba casado y tenía cuatro hijos.
El buque que construía por aquellos años era el inicio de un sueño todavía más ambicioso. Según relató Kochifas en una entrevista a El Llanquihue: "Fue tanto el éxito, que enseguida pensé en construir un barco que se asemejara al Caleuche, donde se coma bien, se hagan fiestas y haya camaradería".
Así fue que, el 23 de septiembre de 1978, se dio la partida al viaje inaugural del primer crucero "Skorpios" rumbo a las maravillas australes, "una aspiración que ya en aquellos tiempos reflejaba su inigualable espíritu visionario, pues intuía la enorme importancia que tendría el turismo para el progreso interregional en los confines surpatagónicos,