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"Rerum novarum", 134 años de la primera encíclica social de la Iglesia Católica

El recién elegido León XIV escogió ese nombre como guiño al último pontífice que lo llevó, León XIII, autor del texto que remeció al mundo con la Doctrina Social.
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El portavoz del Vaticano destacó que la elección de León XIV como nombre del nuevo papa es una referencia a la moderna Doctrina Social de la Iglesia, que comenzó con 'Rerum Novarum', la encíclica del papa Pecci, de León XIII.

Agregó que "también es claramente una referencia no aleatoria a los hombres y mujeres trabajadores en una época de Inteligencia Artificial".

La 'Rerum novarum', que se puede traducir como 'De las cosas nuevas' y que lleva por título 'Carta encíclica Rerum Novarum del sumo pontífice León XIII sobre la situación de los obreros', se publicó el 15 de mayo de 1891 en Roma.

Corría el siglo XIX y el papa italiano quiso reflexionar sobre los derechos y deberes de los obreros y de los patronos.

Reconocía que "no sólo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole, se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios".

En su encíclica, dividida en 42 puntos, León XIII veía "urgente" pensar en la manera de "proveer de la manera oportuna al bien de las gentes de condición humilde, pues es mayoría la que se debate indecorosamente en una situación miserable y calamitosa".

Criticaba asimismo que en esa época, cuando el socialismo era un movimiento en auge -la Segunda Internacional de los partidos obreros data de 1889-, los socialistas trataban de acabar con la propiedad privada de los bienes, "estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes y administrados por las personas que rigen el municipio o gobiernan la nación".

El papa partía de la defensa de la propiedad privada como "un derecho dado al hombre por la naturaleza", argumentando que "la razón misma del trabajo que aportan los que se ocupan en algún oficio lucrativo y el fin primordial que busca el obrero es procurarse algo para sí y poseer con propio derecho una cosa como suya".

Reflexionaba sobre que el hombre es anterior a la república y que "debió tener por naturaleza, antes de que se constituyera comunidad política alguna, el derecho de velar por su vida y por su cuerpo".

Obreros y patrones

León XIII dejó escritos los deberes que corresponden a los proletarios y obreros: "Cumplir íntegra y fielmente lo que por propia libertad y con arreglo a justicia se haya estipulado sobre el trabajo, no dañar en modo alguno al capital, no ofender a la persona de los patronos, abstenerse de toda violencia al defender sus derechos y no promover sediciones".

"No mezclarse con hombres depravados -continúa-, que alientan pretensiones inmoderadas y se prometen artificiosamente grandes cosas, lo que lleva consigo arrepentimientos estériles y las consiguientes pérdidas de fortuna".

Así como las obligaciones de los ricos y patronos: "no considerar a los obreros como esclavos, respetar en ellos, como es justo, la dignidad de la persona, sobre todo ennoblecida por lo que se llama el carácter cristiano".

También calificaba de "realmente vergonzoso e inhumano" abusar de los hombres "como de cosas de lucro y no estimarlos en más que cuanto sus nervios y músculos pueden dar de sí".

Por otro lado, enfatizaba asimismo que "los proletarios, sin duda alguna, son por naturaleza tan ciudadanos como los ricos, es decir, partes verdaderas y vivientes que, a través de la familia, integran el cuerpo de la nación, sin añadir que en toda nación son inmensa mayoría".

Defendía el libre derecho de asociarse y las protestas de los trabajadores, pero proponía que lo más eficaz era anticiparse con la autoridad de las leyes.

LeónXIII también tiene vínculos cercanos con la orden agustiniana: reconstruyó una antigua iglesia y convento agustiniano cerca de su ciudad natal de Carpineto, fuera de Roma, que todavía utiliza la orden hoy en día.

Los observadores del Vaticano dijeron que la decisión de Prevost de llamarse León fue particularmente significativa dado el legado de justicia social y reforma del anterior Leo, sugiriendo continuidad con algunas de las principales preocupaciones de Francisco. Específicamente, León citó una de las prioridades clave de Francisco de hacer que la Iglesia católica sea más atenta a los laicos e inclusiva.

Retrato del Papa León Xiii, el último en usar el nombre del actual pontífice.

Columna

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¿Mejor o peor que nuestros padres? Lo que revela la última Encuesta CEP

Entre los diversos temas abordados por la última Encuesta CEP destaca un conjunto de preguntas sobre movilidad social: cómo evalúan los chilenos su situación actual en comparación con la de sus padres, y qué esperan para sus hijos. Los resultados son elocuentes: la mayoría percibe una trayectoria ascendente, son optimistas respecto del futuro de sus hijos y mantiene una fuerte creencia en el mérito personal como motor del progreso individual.

Más de la mitad de los encuestados considera que ha mejorado respecto a sus padres en dimensiones clave del bienestar. El 57% cree estar mejor en su situación laboral, el 56% en ingresos, el 55% en acceso a la cultura, el 54% en vivienda, el 53% en salud y el 51% en vida familiar. Esta percepción sugiere que, al menos subjetivamente, se consolida una vivencia de progreso intergeneracional.

Además, es revelador que, en comparación con los resultados de hace más de una década, ha disminuido de forma sostenida el porcentaje de personas que cree estar peor que sus padres, especialmente en empleo, ingresos y vida familiar.

El futuro de las próximas generaciones se proyecta también con optimismo. Siete de cada diez personas cree que sus hijos tendrán una vida mejor que la suya en todos los ámbitos evaluados: ingresos, trabajo, salud, estatus social y vida familiar. Esta expectativa refleja una mirada esperanzada sobre los resultados que alcanzarán las futuras generaciones en nuestro país.

El sondeo también muestra cuán arraigado está el valor del esfuerzo individual. Cuando se indaga por las dos principales razones del éxito económico en Chile, aparece en primer lugar el nivel educacional, con un 45% de las preferencias, seguido por el trabajo responsable, con un 40%. Muy por debajo quedan aspectos heredados o no vinculados al mérito, como los "pitutos", (24%) y la situación económica de los padres (17%). Pocas personas atribuyen el éxito individual al apoyo estatal o a las políticas gubernamentales (4%).

Pero la confianza en el mérito tiene un reverso. No sólo individualiza el éxito; también responsabiliza a quienes se quedan atrás. Consultados por las razones que causan la pobreza, los encuestados se inclinan por la falta de educación (48%) seguido por la flojera y la falta de iniciativa (39%). Este es un aspecto problemático de la meritocracia, pues también individualiza el fracaso, poniendo todo el peso de las expectativas defraudadas en las personas, pasando por alto las desigualdades estructurales que afectan las trayectorias de vida.

Una interrogante abierta es qué imaginan los encuestados cuando mencionan la "falta de educación" como explicación de la pobreza. ¿Aluden a una decisión personal o a un sistema educacional que, en Chile, está estratificado en su calidad al compás de la clase social? Probablemente haya algo de ambas cosas. Con todo, especialmente en un año electoral, es clave reconocer que el mérito no opera en un vacío. Si queremos que la movilidad social siga siendo una realidad debemos mirar más allá del esfuerzo individual y hacernos cargo de las condiciones que lo hacen posible.

"Rerum novarum", 134 años de la primera encíclica social de la Iglesia Católica

El recién elegido León XIV escogió ese nombre como guiño al último pontífice que lo llevó, León XIII, autor del texto que remeció al mundo con la Doctrina Social.
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El portavoz del Vaticano destacó que la elección de León XIV como nombre del nuevo papa es una referencia a la moderna Doctrina Social de la Iglesia, que comenzó con 'Rerum Novarum', la encíclica del papa Pecci, de León XIII.

Agregó que "también es claramente una referencia no aleatoria a los hombres y mujeres trabajadores en una época de Inteligencia Artificial".

La 'Rerum novarum', que se puede traducir como 'De las cosas nuevas' y que lleva por título 'Carta encíclica Rerum Novarum del sumo pontífice León XIII sobre la situación de los obreros', se publicó el 15 de mayo de 1891 en Roma.

Corría el siglo XIX y el papa italiano quiso reflexionar sobre los derechos y deberes de los obreros y de los patronos.

Reconocía que "no sólo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole, se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios".

En su encíclica, dividida en 42 puntos, León XIII veía "urgente" pensar en la manera de "proveer de la manera oportuna al bien de las gentes de condición humilde, pues es mayoría la que se debate indecorosamente en una situación miserable y calamitosa".

Criticaba asimismo que en esa época, cuando el socialismo era un movimiento en auge -la Segunda Internacional de los partidos obreros data de 1889-, los socialistas trataban de acabar con la propiedad privada de los bienes, "estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes y administrados por las personas que rigen el municipio o gobiernan la nación".

El papa partía de la defensa de la propiedad privada como "un derecho dado al hombre por la naturaleza", argumentando que "la razón misma del trabajo que aportan los que se ocupan en algún oficio lucrativo y el fin primordial que busca el obrero es procurarse algo para sí y poseer con propio derecho una cosa como suya".

Reflexionaba sobre que el hombre es anterior a la república y que "debió tener por naturaleza, antes de que se constituyera comunidad política alguna, el derecho de velar por su vida y por su cuerpo".

Obreros y patrones

León XIII dejó escritos los deberes que corresponden a los proletarios y obreros: "Cumplir íntegra y fielmente lo que por propia libertad y con arreglo a justicia se haya estipulado sobre el trabajo, no dañar en modo alguno al capital, no ofender a la persona de los patronos, abstenerse de toda violencia al defender sus derechos y no promover sediciones".

"No mezclarse con hombres depravados -continúa-, que alientan pretensiones inmoderadas y se prometen artificiosamente grandes cosas, lo que lleva consigo arrepentimientos estériles y las consiguientes pérdidas de fortuna".

Así como las obligaciones de los ricos y patronos: "no considerar a los obreros como esclavos, respetar en ellos, como es justo, la dignidad de la persona, sobre todo ennoblecida por lo que se llama el carácter cristiano".

También calificaba de "realmente vergonzoso e inhumano" abusar de los hombres "como de cosas de lucro y no estimarlos en más que cuanto sus nervios y músculos pueden dar de sí".

Por otro lado, enfatizaba asimismo que "los proletarios, sin duda alguna, son por naturaleza tan ciudadanos como los ricos, es decir, partes verdaderas y vivientes que, a través de la familia, integran el cuerpo de la nación, sin añadir que en toda nación son inmensa mayoría".

Defendía el libre derecho de asociarse y las protestas de los trabajadores, pero proponía que lo más eficaz era anticiparse con la autoridad de las leyes.

LeónXIII también tiene vínculos cercanos con la orden agustiniana: reconstruyó una antigua iglesia y convento agustiniano cerca de su ciudad natal de Carpineto, fuera de Roma, que todavía utiliza la orden hoy en día.

Los observadores del Vaticano dijeron que la decisión de Prevost de llamarse León fue particularmente significativa dado el legado de justicia social y reforma del anterior Leo, sugiriendo continuidad con algunas de las principales preocupaciones de Francisco. Específicamente, León citó una de las prioridades clave de Francisco de hacer que la Iglesia católica sea más atenta a los laicos e inclusiva.

Retrato del Papa León Xiii, el último en usar el nombre del actual pontífice.

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¿Mejor o peor que nuestros padres? Lo que revela la última Encuesta CEP

Entre los diversos temas abordados por la última Encuesta CEP destaca un conjunto de preguntas sobre movilidad social: cómo evalúan los chilenos su situación actual en comparación con la de sus padres, y qué esperan para sus hijos. Los resultados son elocuentes: la mayoría percibe una trayectoria ascendente, son optimistas respecto del futuro de sus hijos y mantiene una fuerte creencia en el mérito personal como motor del progreso individual.

Más de la mitad de los encuestados considera que ha mejorado respecto a sus padres en dimensiones clave del bienestar. El 57% cree estar mejor en su situación laboral, el 56% en ingresos, el 55% en acceso a la cultura, el 54% en vivienda, el 53% en salud y el 51% en vida familiar. Esta percepción sugiere que, al menos subjetivamente, se consolida una vivencia de progreso intergeneracional.

Además, es revelador que, en comparación con los resultados de hace más de una década, ha disminuido de forma sostenida el porcentaje de personas que cree estar peor que sus padres, especialmente en empleo, ingresos y vida familiar.

El futuro de las próximas generaciones se proyecta también con optimismo. Siete de cada diez personas cree que sus hijos tendrán una vida mejor que la suya en todos los ámbitos evaluados: ingresos, trabajo, salud, estatus social y vida familiar. Esta expectativa refleja una mirada esperanzada sobre los resultados que alcanzarán las futuras generaciones en nuestro país.

El sondeo también muestra cuán arraigado está el valor del esfuerzo individual. Cuando se indaga por las dos principales razones del éxito económico en Chile, aparece en primer lugar el nivel educacional, con un 45% de las preferencias, seguido por el trabajo responsable, con un 40%. Muy por debajo quedan aspectos heredados o no vinculados al mérito, como los "pitutos", (24%) y la situación económica de los padres (17%). Pocas personas atribuyen el éxito individual al apoyo estatal o a las políticas gubernamentales (4%).

Pero la confianza en el mérito tiene un reverso. No sólo individualiza el éxito; también responsabiliza a quienes se quedan atrás. Consultados por las razones que causan la pobreza, los encuestados se inclinan por la falta de educación (48%) seguido por la flojera y la falta de iniciativa (39%). Este es un aspecto problemático de la meritocracia, pues también individualiza el fracaso, poniendo todo el peso de las expectativas defraudadas en las personas, pasando por alto las desigualdades estructurales que afectan las trayectorias de vida.

Una interrogante abierta es qué imaginan los encuestados cuando mencionan la "falta de educación" como explicación de la pobreza. ¿Aluden a una decisión personal o a un sistema educacional que, en Chile, está estratificado en su calidad al compás de la clase social? Probablemente haya algo de ambas cosas. Con todo, especialmente en un año electoral, es clave reconocer que el mérito no opera en un vacío. Si queremos que la movilidad social siga siendo una realidad debemos mirar más allá del esfuerzo individual y hacernos cargo de las condiciones que lo hacen posible.