Cuando el progreso se hace esperar
Paralización de proyectos financiados con fondos públicos demanda reformas urgentes en fiscalización y gestión.
La espera de 30 años por agua potable en Ancud simboliza una grave crisis en Los Lagos: obras públicas esenciales, financiadas con fondos de todos y encargadas a privados, quedan paralizadas recurrentemente. El abandono de faenas por parte de empresas es una crónica inaceptable que vulnera la fe pública y malgasta recursos escasos. Si bien la pandemia exacerbó problemas de costos y mano de obra, la raíz es una falla sistémica mucho más profunda en el control y la fiscalización estatal sobre los contratos públicos. Tal como dio a conocer este Diario en su suplemento dominical, decenas de proyectos vitales -alcantarillados, postas, liceos, caminos- están detenidos en la región, con miles de millones comprometidos y comunidades enteras sufriendo las consecuencias de la ineficiencia y la falta de supervisión adecuada. Casos como los de Puerto Montt (adivine Ud. cuál es la calle que aún no está lista tras años de espera) o la escandalosa fiscalización "por Zoom" que falló en detectar problemas graves en Chelín, evidencian la alarmante debilidad de los mecanismos de supervisión actuales.
La necesidad de crear "inspectores para inspectores" admite esta falencia estructural. No basta con comisiones que buscan reactivar lo ya fallido; se necesita un cambio fundamental y proactivo. Es imperativo implementar un control estatal riguroso, técnico, presencial y eficaz durante toda la ejecución de las obras. Urge avanzar hacia una nueva Ley de Compras Públicas que establezca responsabilidades claras y consecuencias severas por incumplimientos, tanto para las empresas contratistas como para los funcionarios públicos encargados de la supervisión. Proteger los recursos públicos y garantizar que las obras cumplan su propósito de mejorar la calidad de vida de la ciudadanía es una obligación impostergable. La confianza ciudadana y el desarrollo regional exigen acción decidida ahora para asegurar que cada peso invertido se traduzca en progreso real y no en frustración y abandono.