Volcán Chaitén:
Con este reportaje originalmente titulado "La erupción de un silencioso volcán en Chile, sinónimo de resiliencia para sus habitantes", la periodista chaitenina Ana María Casanova fue finalista del quinto Concurso de Crónica Patagónica, organizado por la Fundación de Periodismo Patagónico de Argentina. El Llanquihue lo reproduce en el suplemento de hoy, en un nuevo aniversario de la erupción del volcán Chaitén.
Chaitén continúa intentando reponerse de la violenta erupción y guardando en la memoria los días de angustia que se vivieron.
O cho años tenía cuando soñó que un águila majestuosa y de mirada tranquila venía y se la llevaba en un vuelo silencioso junto a su hermana gemela hasta un gran cerro en el norte de Chaitén, sobre la gruta del lugar. Después de un tiempo, el águila las devolvía al pueblo, pero ya nada era igual, estaba todo gris, el barrio no existía más y emprendían el recorrido por el pueblo en búsqueda de sus familiares.
A veces solía despertarme con esta pesadilla, era tan sin sentido, una mezcla de inseguridad, de rareza, pero sobre todo de inexplicable realidad. Este año se cumplieron 17 años desde que el volcán Chaitén hizo erupción un 2 de mayo de 2008 desplazando a más de cuatro mil personas desde el pequeño poblado hacia la capital de la Región de Los Lagos, Puerto Montt, dejando un pueblo sepultado tras el manto gris de las cenizas del, hasta ese entonces desconocido volcán Chaitén.
Evacuar a cuatro mil personas en apenas 24 horas "demuestra el tipo de país que tenemos, la calidad de organización de nuestra gente y la capacidad del Gobierno Regional", indicaba la entonces Presidenta Michelle Bachelet.
Dos meses antes de la erupción del volcán nos mudamos a Valdivia, habíamos arrendado un pequeño departamento para el primer semestre de universidad (hablo en plural porque siempre hacía todo con mi gemela), sin saber que sería el lugar que albergaría a nuestra familia durante mucho tiempo y que nosotras seríamos el nexo entre la tragedia y la nueva vida de toda una familia, quizá, como muchos años atrás lo predijo el águila de aquel extraño sueño.
Era la medianoche y de pronto me llegó el mensaje de texto de un amigo chaitenino que decía, "hace tres días que está temblando, vamos en un barco, nos están evacuando". Con extrañeza leía y releía el mensaje, no entendía nada. ¿Cómo podía estar temblando en Chaitén hace tres días y nadie decirnos nada?, ¿era peligroso? ¿evacuación, qué significaba?
Enseguida llamamos a mamá, ella trabajaba de cuidadora en el único hogar de ancianos de la provincia de Palena, ahí donde iban a parar todas y todos aquellos que por distintos motivos no tenían donde estar o quien los cuide. El hogar era un lugar cálido, construido en gran parte de maderas, con una gran puerta de entrada, al lado derecho estaba la cocina y si mirabas para el izquierdo, se encontraba el salón, lugar de encuentro de los "abuelitos", como todos les decíamos. Ahí eran dispuestos en un gran círculo donde todos podían verse el día entero, en sus sillas conversaban, dormitaban, miraban las noticias en una pequeña tele que sonaba fuerte para apagar un poco los sonidos de quienes siempre gritaban. Aun recuerdo esos ojos cansados, pero alegres cada vez que iba a buscar a mamá y aprovechaba de pasar un rato con ellos. También estaba Luz, una joven no vidente que por algún motivo estaba destinada a vivir ahí; su vida transcurría entre los quehaceres de los viejitos que ayudaba a vestir y alimentar en medio de lo que más la marcaba del hogar, y esto era su fragancia, una mezcla de desinfectante con los aromas que salían de la cocina, peroles muy grandes de comida y pan caliente preparados con cariño y mucho esfuerzo de quienes les tocaba cocinar ese día.
Los nervios de mamá
Mamá contestó el celular con un tono un tanto nervioso, pero a pesar de todo, con bastante calma respondiendo al por qué no se había movido de ahí, diciendo tajante ¿que a dónde va a ir ella?, sus compañeras de trabajo ya se habían ido en los barcos de evacuación, sólo quedaba ella cuidando, no sabía qué hacer, parece que ese montón de 20 personas que en su mayoría no entendían queé pasaba, no era la prioridad para la evacuación.
Además de los viejitos del hogar, como les decíamos de cariño, mi mamá cuidaba a su