Educación técnico rural: un apostolado que revalora la vida y el trabajo en el campo
Por años, escuelas y liceos de zonas apartadas han trabajado silenciosamente, entregando la oportunidad de aprender a niños y jóvenes, quienes por su parte hacen grandes esfuerzos para educarse junto a profesores llenos de vocación. Tienen una impronta distinta a los de la ciudad y ahora son cruciales para los requerimientos del país.
La educación rural ha sido uno de los pilares fundamentales para la gente de zonas apartadas y el desarrollo de sectores gracias al apostolado que realizan docentes, de llevar la enseñanza al campo, procurando de esa forma resguardar el conocimiento, las tradiciones y preparando para el futuro a niños que permanecen con el arraigo por la tierra.
Actualmente este tipo de establecimientos ha debido luchar contra muchas tentaciones que produce la ciudad, pero en los últimos años se ha vuelto a encender una chispa, probablemente con más fuerza en la postpandemia, donde escuelas y liceos técnicos han recobrado su valor, viendo en el campo un potencial de trabajo y de buenas expectativas. Ayudan a fomentar la permanencia de jóvenes en esas zonas, ya que la formación que ofrecen les entrega herramientas especializadas para que muchos se queden o regresen aportando a sus lugares de origen.
Realidad rural
La profesora básica y académica de la Universidad de Los Lagos, Silvia Retamal, quien ha trabajado extensamente en investigación sobre contextos rurales y es coordinadora de la Red de Universidades Chilenas por la Educación Rural, explica que de acuerdo a investigaciones recientes, desde el año 2026 se ha ido notando una leve tendencia al alza en matrículas de las escuelas rurales. Sin embargo, sigue existiendo el peligro de que algunos de estos establecimientos se vean obligados a cerrar o terminen fusionándose con otros.
Además, la experta señala que persiste una brecha en cuanto al acceso de recursos en los establecimientos rurales, sobre todo en relación a los docentes que van a trabajar a estos entornos, donde por ejemplo, siguen habiendo escuelas que cuentan con un solo profesor, conocidas como unidocente y multigrado.
"Ahí hay claramente una diferencia sustancial con las escuelas que tienen muchos profesionales a cargo de la enseñanza de especialidades. A pesar de que las escuelas se supone que están bien implementadas y dotadas con personal, sigue siendo escasa la cantidad de profesionales que participa en ellas. Ese puede ser un punto en los territorios rurales, donde la oferta formativa es realmente limitada, llega sólo hasta sexto básico y no en todos los sectores hay continuación de estudios. Entonces, aunque no se habla de vulneración de derechos, sí es complejo seguir educándose en el mismo territorio", comenta.
Además, el acceso a conocer nuevos contextos para los alumnos y el perfeccionamiento para los docentes que trabajan en establecimientos rurales es más limitado, debido a que la cultura que se promueve en el currículum es de carácter urbana, por lo que las escuelas deben estar constantemente adaptándolos para su medio, lo que significa un esfuerzo adicional.
"Muchas veces, por la estructura curricular, los profesores tienen que estar respondiendo a la centralidad, entonces vemos que hay un currículum monocultural y centralizado que claramente hace que esta brecha no se acorte", explica la académica.
También se produce un quiebre muy profundo para los estudiantes cuando terminan su ciclo de enseñanza básica, pues viven en un entorno más familiar, con pocos alumnos y una atención personalizada.
"Generalmente se pasa de la escuela rural a los liceos y allí son varios cursos, donde el alumno es uno más. Eso muchas veces significa un traslado físico, donde el alumno se va a casa de familiares a otro lugar o la familia también migra", precisa
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Sello propio
Pero más allá de las investigaciones, los establecimientos rurales siguen siendo hoy en día la alternativa de desarrollo para la gran mayoría de las familias que viven en el campo. En la Región de Los lagos, el 54% de los planteles se encuentra en los campos, muchos de ellos en zonas bastante apartadas, donde deben enfrentar desafíos que denotan la carencia de elementos tan básicos, como por ejemplo el acceso al agua potable: el 62% depende de pozos, camiones aljibe o fuentes naturales.
Asimismo, los establecimientos rurales han tenido que tomar este desafío, diferenciándose con sellos particulares y que entreguen herramientas adecuadas a estos tiempos, relacionados además con su entorno. Una de las escuelas más conocidas en la provincia de Osorno es la Agroecológica Pichil, en la comuna de Osorno, donde la directora del establecimiento, Gabriela Velásquez, relata que actualmente tienen 155 niños que reciben enseñanza con énfasis medioambiental.
"El Ministerio de Educación comenzó a trabajar con los sellos pedagógicos que distinguieran a los establecimientos, eso fue en el año 2014, y después, en 2017 la escuela comenzó de lleno a trabajar con su sello pedagógico agroecológico. Esto consiste en que la jornada escolar completa tiene talleres ligados al tema medioambiental y agroecológico", relata.
Aquí, los niños que asisten a esta escuela, desde prekínder a cuarto básico, reciben educación medioambiental; y de quinto a octavo básico tienen dos talleres: uno agrícola y el otro pecuario.
Al plantel situado a 15 kilómetros de Osorno llegan niños de diversos sectores, dado el carácter inclusivo que ha ido adquiriendo este establecimiento, por lo que actualmente tienen estudiantes de la comuna de Río Negro.
"Como estamos en el límite de las comunas de Osorno y Río Negro, vienen niños de Chan Chan y Estrella del Sur, lugares que son aledaños a
"Hemos logrado revertir la disminución de las matrículas, porque se ha demostrado que las oportunidades son buenas y existe una necesidad de estos jóvenes".
Ricardo Montesinos, presidente de la Corporación de, Desarrollo del Sur