Designación del obispo Barros: el tema que remeció desde Osorno el pontificado del Papa Francisco
DESARROLLO. Los complejos días que pusieron en el ojo de la atención mundial a la Región de Los Lagos.
Paola Rojas paola.rojas@australosorno.cl
La muerte del Papa Francisco ha generado un impacto global, pero resuena con particular intensidad en Osorno y la región, debido al complejo capítulo que vinculó al Pontífice con esta diócesis. La relación se definió por la controversia surgida a raíz del nombramiento del obispo Juan Barros Madrid, en enero de 2015.
Este nombramiento papal fue inmediatamente rechazado por una parte significativa de la comunidad católica osornina, debido a los vínculos de Barros con Fernando Karadima, sacerdote condenado por el Vaticano por abuso de menores. La división se hizo patente de forma dramática el 21 de marzo de 2015, durante la ceremonia de toma de posesión de Barros en la Catedral San Mateo, que se vio interrumpida por fuertes protestas, gritos y enfrentamientos entre quienes se oponían y quienes apoyaban al nuevo obispo, ante la mirada de autoridades eclesiásticas y la prensa nacional.
A raíz de este conflicto, surgió la Agrupación de Laicos y Laicas de Osorno, que durante años mantuvo una protesta pacífica y constante, exigiendo la renuncia de Barros. La tensión aumentó significativamente en octubre de 2015, cuando el Papa Francisco, en unas polémicas declaraciones, se refirió a la situación diciendo que "Osorno sufre por tonta" y acusando a los críticos de dejarse llevar por "zurdos". Estas palabras causaron una profunda herida y ofensa en la comunidad.
El punto de inflexión llegó durante la visita del Papa Francisco a Chile en enero de 2018. Aunque inicialmente defendió a Barros y pidió pruebas en su contra, eventos posteriores y, según testimonios, la intervención de otras figuras eclesiásticas, le hicieron comprender la gravedad de la crisis de abusos dentro de la Iglesia chilena, que iba más allá del caso Osorno.
Investigadores
Como resultado, Francisco tomó medidas drásticas: envió a dos investigadores especiales, Charles Scicluna y Jordi Bertomeu, para recabar información en Chile. Los laicos de Osorno les entregaron informes detallados. Esta investigación llevó al Papa a convocar a los obispos chilenos a Roma y, finalmente, a aceptar la renuncia de varios de ellos, incluido Juan Barros.
Un momento simbólico de reparación ocurrió en junio de 2018, cuando Scicluna y Bertomeu, junto al entonces administrador apostólico Jorge Concha, pidieron perdón de rodillas en Osorno, en nombre del Papa, por haber ofendido y herido a la comunidad.
Este acto marcó un camino hacia el entendimiento y la búsqueda de justicia, inscribiendo a Osorno en la historia del pontificado de Francisco, un capítulo marcado por el dolor pero culminado con el perdón y la esperanza.
Tras la noticia del fallecimiento del Papa, el actual obispo de Osorno, Carlos Godoy Labraña, expresó su profundo dolor y gratitud por la vida y ministerio de Francisco, destacando su legado como impulsor de una Iglesia "más sencilla, fiel y misionera" y sus constantes llamados a la paz y la justicia. Anunció una eucaristía en su memoria.
Zurdos y tontos
Desde la perspectiva de los laicos que protagonizaron la resistencia, como Mario Vargas, se recuerda la lucha con sentimientos encontrados.
Vargas señaló que, si bien sintonizaban con muchos aspectos del pontificado de Francisco (crítica al neoliberalismo, ecología), el nombramiento "inconsulto" de Barros, como encubridor de Karadima, fue inaceptable.
Recordó las dificultades enfrentadas y el dolor causado por las descalificaciones del Papa ("zurdos y tontos"), que intentaron politizar un movimiento centrado en la defensa de las víctimas y la integridad eclesial.
Subrayó que la visita a Chile fue clave para que el Papa comprendiera la realidad y rectificara.
Juan Carlos Claret, otro vocero laico, reflexionó sobre las contradicciones del pontificado de Francisco en relación con Osorno.
Celebró la "primavera eclesial" que impulsó en temas globales, pero criticó su manejo inicial de la crisis de abusos y su falta de escucha a las comunidades locales en el caso Barros.
Señaló que el nombramiento ignoró la herida abierta de los abusos y el desconcierto de los fieles. Aunque las palabras y la defensa inicial de Barros por parte del Papa fueron desilusionantes, Claret destacó que la persistencia del movimiento y la extensión de la crisis a nivel nacional finalmente "abrieron los ojos" del Pontífice sobre sus propios prejuicios.
Relató que, incluso después de la salida de Barros, Francisco buscó contacto con algunos laicos para entender dónde había fallado.
La relación entre el Papa Francisco y Osorno fue compleja y tensa, marcada por un nombramiento episcopal polémico, una respuesta inicial despectiva del Papa, una persistente lucha de los laicos por la verdad y la justicia.
Así, su legado en Osorno es visto con una mezcla de dolor por las heridas causadas y reconocimiento por su capacidad final de escuchar y actuar en busca de reparación.