La Presidencia de la República no es una chacota
La última vez que me preocupé de ver cuántas personas se habían registrado en el Servel para reunir firmas con el objeto de presentarse como candidatas a la Presidencia de la República, eran 223. Hasta ese momento la proliferación de personas con pretensiones de ser candidatos presidenciales me había parecido graciosa, un buen chiste quizás. A partir de ese momento, dejó de parecérmelo.
Y no sólo dejó de parecerme gracioso, sino que ha terminado por preocuparme seriamente. Porque, contrario a lo que podría pensarse, el hecho que cualquiera en nuestro país crea que puede ser Presidente de la República no refleja una situación de cercanía de la gente a la más alta magistratura del país, sino una degradación del cargo: la visión, por parte de esa misma gente, de que la Presidencia de la República es algo que ha perdido su valor y que puede ser tomado para la chacota.
Es probable que algunas de las personas que han decidido registrarse y buscar firmas, se hayan tomado en serio esa tarea; que verdaderamente crean que tienen lo que se necesita para ejercer ese alto cargo o que son portadoras de una representación que ninguna otra tiene.
Pero con toda seguridad no es esa la situación de la mayoría de esas 223 personas -ahora seguramente más-, puesto que diversos reportajes nos hablan más bien del carácter jocoso con que se han dedicado a ser "precandidato por un día".
Más de alguien podría explicar el fenómeno en términos prácticos. Después de todo, si esa inscripción en el Servel no significa costo alguno, ¿por qué no hacerlo, aunque no reúna ni una sola firma? Es más: ¿aunque no haga esfuerzo alguno por reunir firmas? Hacerlo simplemente porque es posible hacerlo.
"Porque se puede"
Algún experto en el comportamiento humano o algún sicólogo especializado tal vez pueda proporcionarnos el nombre de ese extraño síndrome, el de "hacerlo porque se puede".
Pero es claro que el síndrome, quizás enfermedad, no se había manifestado antes. Hoy, exactamente al terminar el primer cuarto de este siglo y arribar al final de un Gobierno particularmente torpe y chapucero, chilenas y chilenos por primera vez en nuestra historia han decidido "agarrar para el payaseo" la institución de la Presidencia de la República. Y si alguien cree que eso es justificable o positivo, está tan enfermo o es tan víctima del síndrome como quienes están practicando el chacoteo.
Es de la esencia de la democracia que cualquier ciudadano o ciudadana pueda llegar a ocupar la Presidencia de República, pero también es de la esencia de la democracia lograr, en beneficio de esa misma democracia y de todas las ciudadanas y ciudadanos, que quien sea elevado a ese cargo sea el mejor posible, el más calificado.
Y no se trata de elitismo, sino de responsabilidad social: de responsabilidad con nosotros mismos.
Democracia
En una democracia que todos respeten y todos y todas apoyen, los cargos de representación popular y, como en el caso de la Presidencia de la República, de conducción del Estado, deben elegirse con responsabilidad y cuidado. De ahí, también, que es de esperar que en una democracia en la que la ciudadanía sea realmente consciente de la responsabilidad que irroga elegir y ser elegido, quienes constituyen el cuerpo de dirigentes y representantes públicos, esto es los políticos, sean los mejores entre nosotros.
Por ello es que, ante la chacota que estamos presenciando, debamos preguntarnos qué la provocó y si ese origen no encuentra raíces en una degradación de la propia política. Que quizás se deba a que, en nuestro país, son la política y los políticos los que se miran con poco respeto, y que el chacoteo de que es víctima la institución de la Presidencia de la República no es sino el efecto de esa degradación.
Yo estoy convencido de que es así. Que los cientos de presuntos aspirantes a dirigirnos desde la Presidencia de nuestra nación sólo se explican porque la gente, en su mayoría, está mirando con desdén, cuando no con desprecio, a la política y los políticos. ¿Y cómo no hacerlo si las primeras páginas de los diarios y la apertura de los noticiarios suelen estar pletóricas de noticias acerca de casos de corrupción? Si, para no ir más lejos, las anteriores autoridades municipales de la ciudad capital de nuestra región terminaron su mandato sometidas a formalizaciones por graves faltas a la probidad.
Si, en buena parte de las regiones se están llevando a la práctica procedimientos judiciales semejantes, que afectan a autoridades regionales, municipales y también parlamentarias. Si la persona que estuvo a cargo de la seguridad pública de todo el país, el subsecretario de Interior que antes había sido diputado, ha sido formalizado por los delitos de violación y abuso sexual. Peor aún, esta semana una histórica senadora de la República fue destituida de su cargo por el propio Tribunal Constitucional.
¿Y qué decir de la institución de la actual Presidencia?
Es probable que, por ciertas desprolijidades, salidas de libreto, extensas conferencias de prensa insufribles, nuestro Presidente Gabriel Boric también ha contribuido, en parte, a quitarle cierta solemnidad a la figura presidencial.
Degradación de política
Debemos admitirlo. La chacota con que se castiga la principal institución de nuestro país no es una enfermedad, es sólo el síntoma de una enfermedad social mucho más grave: la degradación de la política y los políticos.
Y es una enfermedad mucho más grave porque a lo largo de la historia ha sido siempre el paso previo a la degradación y posterior destrucción de la democracia.
No tomemos para la risa, la chacota que algunos se han permitido con la Presidencia de la República. Preocupémonos, seriamente por ello.
Nuestra democracia y sana convivencia, es algo demasiado importante.