Retorno a clases y el ciberacoso
Las familias debieran poner mayor atención en el uso que los estudiantes hacen de los dispositivos electrónicos.
Si bien las redes sociales surgieron como herramientas de conexión entre las personas, tristemente, con el paso de los años, han dado lugar a perversas dinámicas de exclusión y violencia. Una de ellas es el ciberacoso, fenómeno que afecta severamente el bienestar emocional de los jóvenes, llevándolos a sufrir depresión, ansiedad y otros trastornos de salud mental. A ello hay que agregar el uso excesivo que hacen los niños y adolescentes de los dispositivos móviles, siendo este uno de los problemas a los que a diario se enfrentan los docentes en las salas de clases, y ante lo cual deberán idear estrategias para evitar la irrupción y consolidación de esta práctica en este retorno a clases.
Frente a esto han surgido ideas que buscan restringir el uso de este dispositivo al interior de los establecimientos, lo que ha generado un profundo debate del que se han hecho parte tanto las autoridades y los docentes como las mismas familias. En varios países ya se ha avanzado concretamente en esta dirección, con resultados que están por verse.
Al respecto, el Ministerio de Educación presentó una serie de orientaciones tendientes al abordaje de este tema al interior de los colegios. Estas entregan sugerencias para el uso de dispositivos según las diferentes etapas de desarrollo en que se encuentren los estudiantes.
Sin embargo, además de la importancia de regular el uso de estos dispositivos electrónicos en el aula, también se debe poner atención en las horas que los niños y adolescentes usan sus móviles fuera del colegio, ya que los espacios virtuales -sea cual sea el lugar físico desde el que se realiza- es donde se produce la mayor cantidad de bullying.
De acuerdo a los especialistas, en los espacios virtuales este fenómeno es todavía más extremo, debido a que hay un anonimato del victimario, que naturaliza la toxicidad de los juegos y normaliza la situación de agresividad, perdiendo el sentido de responsabilidad. Esto también provoca que las víctimas no puedan afrontar la situación, generándoles ansiedad y frustración.
A estas alturas, pareciera que se requiere tanto de la educación de las familias, como de una regularización efectiva que debe provenir de la institucionalidad.