La paradoja francesa en
En 2002, en Francia, la segunda vuelta de las elecciones presidenciales enfrentó a Jacques Chirac, del Rassemblement pour la République y Jean-Marie Le Pen del Front National. Se trataba de dos candidatos de derecha o más bien de la derecha enfrentando a la extrema derecha. La izquierda francesa había quedado así fuera del espectro electoral, algo que contradecía la rica diversidad del pensamiento político y filosófico de ese país.
Y a quienes seguían sus ideas y proyectos, los obligaba a tener que decidir entre dos opciones a las que no adherían y por las que no sentían la más mínima simpatía. Fueron días muy difíciles para la izquierda francesa.
Visto desde la perspectiva de la democracia, una situación como esa representa un déficit, porque siempre será preferible que el electorado se pronuncie por opciones que expresen la diversidad de opiniones realmente existente. Un déficit, desde luego, del cual no cabía culpar a la derecha francesa que supo ganar la preferencia mayoritaria de los electores, sino a la incapacidad del centro y sobre todo de la izquierda de ese país, para hacer creíble su mensaje y para obtener la confianza del electorado.
"Sin competencia alguna"
¿Les suena conocida esa situación? No dudo de que así es: la estamos viviendo hoy en nuestra región, en la que se nos ha convocado para decidir, para fines de mes, entre dos candidatos de derecha quien habrá de gobernarnos regionalmente los próximos cuatro años.
El resto de Chile bien podría pensar que en Los Lagos no existen otras corrientes políticas. Que aquí sólo la derecha impera, al grado que puede darse el lujo de disputar entre dos de sus partidos y sin competencia alguna por la Gobernación Regional.
Sin embargo, en la región sabemos que no es así. Nos consta que entre nosotros existe una antigua y rica experiencia de diálogo político entre corrientes diversas y que los cargos de elección popular siempre han reflejado esa diversidad. Estamos pues, como en Francia en 2002, ante un déficit de representación en una elección. Y aquí tampoco son responsables los dos candidatos ahora en contienda, sino las otras corrientes políticas que no sólo no fueron capaces de atraer hacia sus ideas la confianza ciudadana, sino que parecen haber perdido gran parte de la confianza que la ciudadanía tenía por ellos.
La principal responsabilidad de esta situación recae sobre la izquierda democrática. Por décadas la gente de esta región confió en ellos. Durante veintiocho años le entregó al Partido Socialista la alcaldía de Puerto Montt y eligió como sus representantes al Senado a dirigentes nacionales de ese partido, como Camilo Escalona, y a sureños de gran carácter como Rabindranath Quinteros y Fidel Espinoza. Por décadas se los respetó y se los destacó… pero hoy parecen estar viviendo días más bien desoladores , desolación que afecta a todo el oficialismo.
¿Es consciente el Partido Socialista y la izquierda democrática del daño que no sólo se han causado a ellos mismos, sino al diálogo democrático regional que se enriquecía con su presencia junto a la de las corrientes de la derecha?
En Los Lagos la voluntad transformadora del pensamiento de izquierda tiene tanta vigencia como el pensamiento de derecha con el que hasta ahora se había enfrentado y competido democráticamente por la representación popular. ¿Qué sucedió para que el mismo electorado que antes los acompañaba y seguía, en esta oportunidad les haya dado la espalda?
Atentados a la probidad
Cualquier análisis no puede excluir que la respuesta (entre otros factores) se encuentra en los distintos atentados a la probidad que la justicia está investigando en nuestra región. Funcionarios del Gobierno Regional y municipales formalizados e incluso el ex alcalde de Puerto Montt (Gervoy Paredes) cumpliendo prisión preventiva en la cárcel de la misma ciudad que gobernó por cerca de 12 años.
El veredicto electoral del domingo pasado demostró que la ciudadanía de nuestra región y de nuestra ciudad capital es suficientemente madura como para no olvidar y sentir hastío por estas situaciones.
Y como una derivada de esa primera realidad incuestionable cabe preguntarse si acaso fue por eso por lo que la centro izquierda democrática decidió entregar, en la elección de gobernador, la representación de toda la izquierda a su ala más extrema, al Frente Amplio.
Como quiera que haya sido, se trató sin duda de una decisión que daba la espalda a los electores que antes los habían apoyado. Porque ¿tiene algún sentido que en una región cuyo electorado expresa como pocos en Chile sensatez, inteligencia y una genuina preocupación por sus problemas locales, se entregue la representación del pensamiento y la voluntad reformadora de una izquierda democrática al Frente Amplio, que a lo largo de su existencia ha demostrado no creer en las virtudes del crecimiento económico y ha criticado brutalmente el desarrollo de la región durante los años en que ellos, la izquierda democrática, gobernó? ¿que hayan convertido en sus representantes a aquellos que apoyan la Ley Lafkenche que retarda y entorpece el crecimiento? ¿Tiene sentido que hayan convertido en sus abanderados a quienes no creen en una política de acuerdos, que tienen escasa vocación de mayorías, que son el núcleo fundador de un gobierno bastante torpe y mediocre y que además produjeron un proyecto de reforma constitucional que en Los Lagos fue rechazado por el 70% de la ciudadanía el 4 de septiembre del 2022?
"Decidieron renegar de sus propios éxitos"
En lugar de reconocer los errores cometidos y enfrentar a sus electores mostrándose dispuestos a volver a las prácticas que le permitieron ganar su confianza en el pasado, y ser responsables y mostrar orgullo por haber implementado políticas publicas que permitieron traer desarrollo económico y prosperidad a miles de familias sureñas, la izquierda democrática y en particular el Partido Socialista decidieron renegar de sus propios éxitos y entregarle la posta a una izquierda como el Frente Amplio que es ajena al sentir de quienes abrazan la causa progresista en nuestra región.
Y la respuesta del electorado es la que estamos viviendo. Fueron esas decisiones las que trajeron a nuestra región la paradoja francesa: la de obligar a los izquierdistas de distintas tendencias a decidir entre dos candidatos que expresan ideas y prácticas políticas que no son las suyas. Una situación, ya está dicho, que no es la más deseable desde la perspectiva de la democracia si se quiere que las elecciones muestren, en momentos definitorios como una segunda vuelta electoral, toda la amplitud de la oferta política a la que se enfrentan los ciudadanos.
Es posible que los ciudadanos de izquierda no concurran a votar o anulen su voto en esa segunda vuelta. Nadie podrá impedirles que no cumplan con su deber ciudadano. Lo que no pueden dejar de cumplir, sin embargo, es su obligación de sacar la lección debida de la experiencia que están viviendo y que nos han hecho vivir a todos. Reflexionar acerca de los errores cometidos y aprender de ellos para no volver a cometerlos. Que nos dejen oír su autocrítica si es que la tienen.
Porque es evidente, que serán tiempos áridos para un centro izquierda, que tiene dos dilemas a resolver.
¿Por cuál de los dos candidatos de derecha debe votar el próximo 24 de noviembre?
¿Y la tal vez la más difícil de despejar, porqué se llegó a esta situación?