Un parque sin voluntad política
Sin autoridades gubernamentales que crean firmemente en el Parque Metropolitano, el futuro para el proyecto no se ve auspicioso.
A pocos puertomontinos les debe haber sorprendido la semana pasada el estudio de la Universidad Católica y de la Cámara Chilena de la Construcción que situó a la capital regional en el fondo del ranking de calidad de vida de las ciudades. Los problemas de vivir en Puerto Montt los viven todos los días sus habitantes y quienes a diario llegan por servicios: problemas de transporte, inseguridad y un centro deteriorado conspiran, entre tantos factores, en contra de un buen pasar en cuanto a condiciones urbanas.
En Vivienda y Entorno, una de las variables medidas por el informe anual, la capital regional se ubica en una poco honrosa categoría de "medio bajo". Dejando fuera el aspecto de la vivienda, donde Puerto Montt está experimentando los problemas propios de un urbe en crecimiento y, por tanto, de un aumento demográfico que no ha ido a la par de las soluciones habitacionales, su sola localización geográfica y belleza escénica la deberían tener posicionada en mejores niveles. Pero es sabido que, por ejemplo, en lo que respecta a parques, la ciudad está al debe.
No hay puertomontino que no haya quedado feliz con la concreción del Parque Costanera, un ejemplo claro de la demanda que hay de áreas verdes y borde costero bien aprovechado. Por eso es que cuesta comprender la tozudez del Ministerio de Vivienda de frenar el otro gran parque que podría tener la ciudad, el Metropolitano, con estudios ya aprobados y fondos, se supone, definidos.
No obstante, algo ocurre en la cartera ministerial, a nivel regional o nacional, no está claro, que no se convence de impulsar el Parque Metropolitano. El diputado Alejandro Bernales, que no es precisamente una figura de la oposición (de hecho, la delegada presidencial regional es de las filas de su partido), arremetió con dureza esta semana por la "falta de voluntad política", y la respuesta de Vivienda fue la misma ya entregada anteriormente, en torno a las dudas de los costos de la operación del parque si es que se logra materializar.
Es curioso, pues este es el discurso previo a las concesiones. Si el Estado no es capaz de mantener un parque, ¿la idea será concesionarlo?, ¿esperar que un privado proponga la idea?, ¿o que el sitio del proyectado parque se convierta en una toma? Cualquier cosa es posible en este estado de indefiniciones.