¿Lo volverían a hacer?
No puedo dejar de comentar, hoy, lo que ocurrió hace dos años, el 4 de septiembre de 2022. Entre otras razones porque, en mi modesta medida, como la mayor parte de las mujeres y hombres de nuestra región, fuimos protagonistas de la gesta ciudadana que culminó con el plebiscito que tuvo lugar ese día.
Junto con algunas amigas y amigos, dimos lugar al Movimiento Gente del Sur, cuya tarea fue exponer, con toda la fuerza que fuimos capaces de acumular, los nefastos contenidos que elaboraba la Convención Constitucional y las terribles consecuencias que ellos iban a tener sobe nuestra nación y su pueblo si llegaban a convertirse en una nueva Constitución de la República.
El primer efecto, naturalmente, habría sido la extinción de la república misma tal como la conocemos y como ha existido a lo largo de sus poco más de 200 años de historia. Chile habría dejado de ser tal para convertirse en un número indeterminado de territorios autónomos.
Si en nuestra región tenemos ya severos problemas con la llamada Ley Lafkenche, de la cual la cuarta encuesta de la ahora Fundación Gente del Sur acaba de informarnos que más de la mitad de la población de la Región cree que debe derogarse o modificarse, ¿se pueden imaginar los problemas que tendríamos ahora si los terrenos afectados por esa ley hubiesen sido además declarados territorios autónomos en el marco de esa nueva Constitución, con sus habitantes sujetos a leyes indígenas propias -paralelas a otra para chilenos no indígenas- y con autonomía política, administrativa y financiera?
Sin policías
Y si en virtud de la Ley Lafkenche hoy se reclaman cientos de miles de hectáreas sólo para la conservación de tradiciones y ritos religiosos de pueblos originarios, ¿pueden imaginarse cuánto territorio se estaría reclamando hoy como restitución y en propiedad?
También podrán imaginarse como sería nuestro país sin Carabineros y sin PDI. Con una nueva policía al gusto de quienes elaboraban esa nueva Constitución. En esas condiciones, ¿creen que Héctor Llaitul estaría en la cárcel? Y Chile, además, habría sido un país sin estado de emergencia, la herramienta que ha permitido mantener siquiera algo de paz acá, en el sur de Chile. Y también se habría convertido en un Estado sin Senado de la República, anulando así la posibilidad de un control entre dos cámaras del Congreso, y con ello reduciendo el diálogo democrático en la elaboración de las leyes.
"Nos salvamos"
Lo único que puedo decir a dos años de ese 4 de septiembre es, respirando hondo, "de la que nos salvamos". Y sí, nos salvamos, porque nos salvamos entre todos. En contra de esa abominación en la que se quería convertir a nuestro país, estuvieron todos: jóvenes y viejos, gente del norte y del sur, mujeres y hombres. Ese proyecto fue rechazado en prácticamente todas las comunas del país. Y lo más importante: también en las comunas de fuerte presencia de pueblos originarios, que demostraron así que el indigenismo de salón académico que alentaba a los convencionales era un invento que nacía y moría sólo en sus cabezas.
Pero sí, también hubo chilenas y chilenos que votaron por aprobar esa Constitución. Y los encabezó el Presidente de la República (Gabriel Boric), que convirtió a sus ministros en propagandistas y agitadores del proyecto que finalmente Chile rechazó. Sí: el Presidente estuvo a favor de abolir el estado de emergencia constitucional que él mismo ha utilizado sin cesar durante todo su mandato. Sí: la ministra Camila Vallejo, que hoy dice defender la libertad de prensa, estuvo a favor de una Constitución que pretendía regular la libertad de expresión mediante la creación de medios de información "públicos" en todos los soportes tecnológicos, esto es, no sólo en la radio o la televisión, sino también en los medios sociales.
Cambios
El Presidente, apenas algo más de una semana después de ese plebiscito, modificó su gabinete para incluir a connotadas figuras del socialismo democrático y, a partir de ahí, comenzó a modificar también su lenguaje y muchas de sus actitudes políticas. Muchos hemos querido ver en ese cambio un cambio en el pensamiento político sustantivo del mandatario; aunque muchas veces recaídas en un lenguaje refundacional ("una parte de mí quiere derrocar el capitalismo") o su insistencia en burlarse, con su sola algo descuidada apariencia, de las instituciones de la república, llevan a pensar que ese cambio no ha sido más que una forma de adaptarse a la condición de minoría nacional en que lo dejó el rechazo de un proyecto constitucional que abrazó apasionadamente.
Lo que sí es claro es que sus seguidores y los partidos de los que fue candidato originariamente (Comunista y Frente Amplio), no han cambiado nada. Así ha quedado demostrado recientemente en diversas entrevistas a personeros que fueron convencionales constituyentes, entre ellos destacadamente Jaime Bassa y Fernando Atria.
Que ellos no hayan cambiado no reviste misterio alguno: era claro para cualquiera que conociera las posiciones que ellos defendieron hace dos años, que no iban a cambiar. Se trata de ideas tan profundamente radicales como alejadas de la realidad y quienes las sustenten probablemente seguirán por la vida con la fe del carbonero, predicando verdades en las que muy pocos creen y culpando a otros de su derrota.
Quienes en realidad constituyen un enigma son los dirigentes y militantes del socialismo democrático, pues ellos no son portadores ni divulgadores de las ideas descabelladas de los anteriores… y sin embargo apoyaron con el mismo entusiasmo que ellos esas ideas refundacionales que eran las ideas matrices en ese proyecto constitucional. Y no sólo las apoyaron, sino que las defendieron con entusiasmo.
Increíblemente, en ese momento y por algunos meses, personas inteligentes, talentosas, parecieron transformarse. Se convirtieron en voceros de ideas y propuestas que no estaban a su altura intelectual ni podían lucir las trayectorias políticas democráticas que casi todos ellos exhibían… y sin embargo se dejaron guiar por los otros.
"Caer en el olvido"
¿Qué les ocurrió? ¿Sufrieron una súbita pérdida del sentido común de los chilenos?, ¿quizás un deslumbramiento por la juventud de algunos de los líderes que proclamaban la refundación de la república? Es posible que nunca lo sepamos porque, pasada la vorágine y derrotados en el plebiscito, esos dirigentes, militantes y seguidores de partidos como el Socialista, PPD, Democracia Cristiana o Radical, parecieron caer en un olvido que les impedía recordar la entusiasta campaña de la que hicieron parte… y hasta ahora ni una sola palabra de autocrítica.
Hasta el día de hoy, dos años más tarde, no han ofrecido al país una sola palabra que explique su comportamiento de entonces.
No es mi intención convertir este espacio de opinión en una tribuna inquisitorial para forzar a esas personas, muchos de ellos intelectuales y académicos destacados y otros que fueron integrantes igualmente destacados de los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia, para que expliquen su increíble comportamiento de hace dos años. Pero no puedo dejar de hacer una pregunta y la respuesta a esa pregunta es algo que ellos le deben al país entero: si hoy día se enfrentaran a la misma disyuntiva de entonces, ¿volverían a apoyar ese proyecto de Constitución?